La crisis de la COVID-19 ha mostrado que el modelo de atención a las personas mayores es “un sistema frágil, desigual y lleno de precariedad”. Así, lo ha asegurado la gerontóloga Mayte Sancho Castiello, experta en nuevos modelos de atención a este sector de la sociedad, durante un curso de verano organizado por la Universidad Pública de Navarra (UPNA). Esta especialista ha abogado por un cambio de modelo de provisión de servicios, “con una base comunitaria potente”, para que las personas vivan “si no en casa, como en casa”, porque, según afirmó, “los cuidados garantizan la vida de las sociedades y de los individuos”.
Mayte Sancho abrió el pasado jueves, 3 de septiembre, el curso de verano titulado “El modelo de cuidados a las personas mayores: ¿qué nos ha enseñado la crisis de la COVID-19?”, que de forma “online” se celebró durante dos días bajo la dirección de Begoña Elizalde-San Miguel, profesora en el Departamento de Sociología y Trabajo Social de la UPNA. Este monográfico había sido organizado por el Vicerrectorado de Proyección Universitaria, Cultura y Divulgación y ha recibido financiación del Departamento de Educación del Gobierno de Navarra. En esta cita formativa, una docena de académicos y profesionales analizaron temáticas como la precariedad en el actual modelo de organización social del cuidado, la mejora del sistema de atención a la dependencia, el cuidado informal a personas en edades avanzadas, el rol de las nuevas tecnologías o la imagen social de la vejez. El encuentro fue seguido en directo por casi ochenta personas de distintas nacionalidades y perfiles (profesionales, académicos, personas cuidadoras, integrantes de asociaciones, de administraciones públicas, privadas o del tercer sector, etc.).
Recibir cuidados en el hogar
Durante su intervención en el curso, Mayte Sancho señaló que las personas mayores manifiestan querer ser atendidas en casa. “Sin embargo, cuando se construyó el sistema público de servicios sociales, a partir de la década de los 80, no se tuvo en cuenta esta preferencia. De hecho, la atención domiciliaria, puesta en marcha en los comienzos de los 80, no tuvo un desarrollo sólido hasta finales de los 90 o comienzos del siglo XXI, lo que explica el escaso desarrollo de los servicios domiciliarios desde planteamientos de atención integrada”, recordó esta experta, licenciada en Psicología y Máster en Gerontología Social con una larga trayectoria profesional (IMSERSO, Organización Mundial de la Salud, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, y Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, entre otras instituciones).
Esta especialista indicó que, aunque “el modelo de atención a las personas mayores se está replanteando desde el 2010 para acercarlo a uno centrado en la persona”, la crisis sanitaria de la COVID-19 ha puesto en evidencia “las carencias y las precariedades de las personas que cuidan y son cuidadas y pone en cuestión este modelo, y también el sanitario, al plantearse dilemas éticos: cómo hacer triajes, quién accede a la atención sanitaria especializada…”.
Por ello, abogó, para el futuro, por “un abordaje ecosistémico del modelo de atención”, con “una mirada transversal”. “Su base tiene que ser la comunidad, no la institución tradicional al uso. Por ello, serán necesarios otros modelos de alojamientos para personas mayores con el fin de que puedan formar parte de la plataforma de servicios existentes en un territorio determinado. Facilita este nuevo modelo el disponer de un sistema sanitario de atención primaria como el que tenemos, sectorizado”, describió.
Servicios fragmentados
Según Mayte Sancho, los servicios sociales públicos gestionan, en la actualidad, servicios públicos, pero “no se colocan al mismo nivel otro tipo de atenciones y apoyos que una persona recibe, como los familiares, el voluntariado, los cuidados pagados privados...”. “Mientras desde lo público gestionemos servicios fragmentados, será muy difícil atender a las personas dependientes en su casa. Y si no es en casa, como en casa. Por ejemplo, con el modelo-vivienda, compuesto de diez o doce mini-viviendas, que debe responder a las necesidades de una persona en cualquier momento de su vida, incluso cuando esta sea dependiente”, añadió.
No obstante, esta gerontóloga, que participó en la elaboración de la Ley de Promoción de la Autonomía Personal y Atención a las personas en situación de dependencia (2006), puntualizó que “es difícil hablar de un modelo ecosistémico en un entorno comunitario, donde se tienen en cuenta las preferencias de las personas, si no se habla de un incremento de la financiación y de un cambio del modelo domiciliario en profundidad”. “Todo ello requiere de esfuerzos públicos, comunitarios, de ayudas privadas, de voluntariado y de disponer de recursos de proximidad… Es necesaria una reformulación del modelo de provisión de servicios municipales y un cambio competencial. No se puede hablar de atención integral, cuando las competencias en la provisión de servicios dependen de diferentes administraciones. Una cuestión es la financiación, que puede llegar de varias fuentes, y otra, la gestión y provisión de servicios, que habrá que replantearse. Si se quiere diseñar un modelo flexible que responda a las necesidades de las personas, sería más fácil que todos los recursos dependiesen de la misma administración. Y siempre, con una mayor financiación”, concluyó la también presidenta de la ONG Grandes Amigos.