En primer término, de izda. a dcha. Iñaki Riaño, José F. Alenza y José Calvo, junto a los estudiantes participantes en el seminario.
El catedrático de Filosofía del Derecho de la Universidad de Málaga José Calvo, una destacada autoridad en el campo de la literatura y derecho en España, impartió recientemente un seminario centrado en el libro “La verdad sobre el caso Savolta”, de Eduardo Mendoza, en el marco del Programa Literatura y Derecho (LYDER) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA). El programa, puesto en marcha para fomentar el hábito lector entre los estudiantes, es una iniciativa de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Pública de Navarra y está dirigida por su decano, José F. Alenza García, con la colaboración del también profesor de la misma facultad Iñaki Riaño Brun.
En el seminario, el profesor Calvo desmenuzó las principales claves de la obra del Premio Cervantes 2016 (quien, además de escritor, ejerció un breve periodo de tiempo como abogado). Tras la conferencia, tuvo lugar el debate con los cerca de 20 estudiantes asistentes, en el que se abordaron otra serie de cuestiones, como lo engañoso del título de la novela, ya que no se cuenta toda la verdad del caso y quedan importantes asuntos sin desvelar. “También se analizaron los significados que evocan los nombres de los personajes (en particular, el del juez Davidson, es decir, Salomón, famoso por sus juicios), así como otros asuntos de naturaleza jurídica (el derecho sindical, el derecho a la huelga, el papel de las mujeres, las actuaciones criminales o los aspectos mercantiles, entre otros)”, detalla Alenza.
Hechos verosímiles y construcción de la verdad en el proceso
La novela, según explicó José Calvo, se estructura con la acumulación de fragmentos dispersos de procedencia diversa (declaraciones judiciales, artículos periodísticos, cartas, etc.) que poco a poco se van entrelazando para encontrar una armonía en la narración del relato, que utiliza la Historia y el Derecho como dispositivos de la ficción. “El complejo contexto histórico de la novela se refleja adecuadamente, pero la novela no pretende recrear o reproducir los hechos históricos, sino plantear unos hechos que no son completamente inventados, sino que van más allá de la ficción y que es verosímil que hubieran sucedido”, indicó Calvo. Por ello, según el conferenciante, es posible calificar a la novela como una “metaficción histórica”. En este sentido, discrepa de los calificativos que se han dado a esta obra literaria como rupturista y posmoderna y considera que hay precedentes de este tipo de narraciones en autores como Galdós o Cervantes por lo que, “más que posmoderna debería ser considerada como moderna”, apunta.
Tal y como relató el catedrático, el otro mecanismo ficcional que utiliza la novela es el Derecho. El propio título revela la esencia de lo jurídico, puesto que se va narrar un “caso” (como en el Lazarillo de Tormes, que es la primera novela que da cuenta de un “caso”). La gran novedad de Mendoza es que ofrece un ejercicio procesal como forma de estructurar la narración, esto es, no es una novela sobre un proceso, ni es una novela que relata un caso procesal: es un proceso que nos cuenta una novela. “En este sentido, es constatable el paralelismo en la narración literaria y la reconstrucción jurídica de los hechos en un proceso. El Derecho es ficcional. En un proceso se construye una verdad con los hechos que en él se reúnen y quedan probados con arreglo a la ley. El Derecho unifica los hechos para cohesionarlos armónicamente en la verdad procesal. De la misma manera que los historiadores reconstruyen los hechos históricos, los procesos construyen una verdad ficticia, que no engaña, pero que se construye porque los hechos son ya pasado y no son aprehensibles”, apuntó.
La novela, por último, tiene un final abierto, tal y como se detalló en la conferencia, ya que anuncia hechos que todavía no se han producido. Permite, por lo tanto, aventurar lo que puede pasar después del proceso, esto es, invita a ir más allá de la narrativa del proceso. Por eso, Calvo también calificó a la novela como una “metanarrativa procesal”.