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Un grupo de investigadoras formado por Carmen Innerarity Grau, Beatriz Acha Ugarte (ambas, de la Universidad Pública de Navarra, UPNA, y la primera también perteneciente a I-COMMUNITAS) y Ana Sancho Martínez, (asociación Bilbao Metropoli-30), son autoras de un trabajo que analiza en qué medida los ayuntamientos de Pamplona y Tudela están incluyendo la perspectiva de género en sus políticas de desarrollo urbano. Los resultados se plasman en el artículo científico “Género y urbanismo: ¿hacia ciudades más sensibles e inclusivas?”, publicado en la Revista de Investigaciones Políticas y Sociológicas (RIPS). 

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Carmen Innerarity Grau.

Para elaborar el estudio, las autoras han analizado los planes de igualdad y urbanismo de ambas ciudades con una serie de indicadores elaborados a partir del Programa para los Asentamientos Humanos de Naciones Unidas (ONU-HABITAT), tarea que han completado con entrevistas al personal técnico de ambas áreas mencionadas. Las recomendaciones del citado programa incluyen, entre otras, promover un entorno seguro (evitar espacios oscuros o mal iluminados), asegurar la visibilidad simbólica de las mujeres en la ciudad (nombres de calles o plazas), tener en cuenta a la hora de planificar que las mujeres asumen mayoritariamente las tareas de cuidado, programar medidas específicas en materia de vivienda y transporte (aumentar la frecuencia de paradas o iluminarlas mejor) o reforzar la comunicación entre el personal técnico de urbanismo e igualdad, entre otros aspectos.

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Ana Sancho Martínez.

“Los hallazgos muestran un desarrollo desigual de las recomendaciones de Habitat en Pamplona y Tudela, pero, al mismo tiempo, una clara conciencia de que el urbanismo no es neutro respecto al género y, concretamente, una revalorización de los cuidados en las políticas, que se traduce en acciones concretas para favorecer la corresponsabilidad”, concluyen las investigadoras. El estudio, que cuenta con financiación de la Fundación Obra Social "la Caixa", Fundación Caja Navarra y la UNED, forma parte de un proyecto más amplio, en el que se han analizado otras ciudades como Bilbao, San Sebastián, Zaragoza, Barcelona y Málaga. 

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Beatriz Acha Ugarte.

Crítica feminista a la separación entre los espacios públicos y privados

El estudio parte de la tesis de que las ciudades fueron diseñadas conforme a la división de espacios público y privado “y a la atribución de uno y otro a varones y mujeres respectivamente, considerando que unas personas trabajan y otras cuidan, que en unos lugares se trabaja y en otros se cuida”, señala Carmen Innerarity. “Por eso, aunque existe una igualdad formal en el acceso a la ciudad, la división de espacios impide la igualdad real de quienes soportan en mayor medida las tareas de cuidado -las mujeres-, aunque solo sea por el tiempo invertido en transitar del espacio de los cuidados al espacio del trabajo y viceversa”, continúa. En este sentido, la profesora apunta que “las ciudades pueden contribuir a la corresponsabilidad en las tareas de cuidado, facilitando el tránsito de uno a otro espacio”.

Sin dejar de atender a los aspectos más tradicionales del urbanismo con perspectiva de género, como la seguridad o la visibilidad, el análisis se centra en dos aspectos. En primer lugar, en la necesidad de atender a las condiciones específicas de las mujeres (sobre todo, en lo que se refiere a las tareas de cuidado), que se traduce en el establecimiento de canales de participación o en la recogida de datos desglosados por género.  

En segundo lugar, se centra en promover la unión entre espacio público y espacios de cuidado. Tal y como se recoge en el estudio, “esta perspectiva se plasma en medidas concretas como los Bancos de Tiempo, la asignación de recursos para cubrir necesidades de cuidado, la firma de un Pacto Local por la Conciliación, las acciones de sensibilización y formación para valorar los cuidados y la conciliación responsable o la ampliación y flexibilidad de los horarios de los servicios”. Frente a un urbanismo con perspectiva de género a la manera tradicional “aquí se apuesta por un cambio más profundo en los valores que generan desigualdad y por medidas que hagan más porosas las fronteras entre lo público y lo privado, puesto que ahí radica una de las principales causas de la desigualdad entre hombres y mujeres”, apuntan las investigadoras.