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Un estudio de la Universidad Pública de Navarra desarrollado por el grupo de investigación ELIKOS en niños y niñas navarras de entre 8 y 16 años ha mostrado que durante el confinamiento la actividad física se redujo en 90 minutos al día, mientras que el tiempo dedicado a las pantallas aumentaba en casi 2 horas. Las autoras del estudio —que acaba de ser publicado por la revista científica “Pediatric Obesity”— destacan que estos cambios fueron aún más marcados en la población infantil en situaciones de vulnerabilidad social.

zoom sesión de valoración

Imagen de una de las sesiones de valoración realizadas en el estudio

El estudio “Changes in lifestyle behaviors during the COVID-19 confinement in Spanish children: A longitudinal analysis from the MUGI Project” ha sido financiado por el departamento de Educación del Gobierno de Navarra. Sus autoras son Cristina Cadenas-Sánchez, Maddi Oses Recalde, Lide Arenaza Etxeberria e Idoia Labayen Goñi (investigadoras del grupo ELIKOS de la Universidad Pública de Navarra y adscritas al instituto IS-FOOD), María Medrano Echeverría y María Amasene Ugalde (miembros del Instituto de Investigación Sanitaria de Navarra).

“Las medidas adoptadas durante el estado de alarma como consecuencia de la pandemia por COVID-19 han tenido importantes consecuencias en los niveles de actividad física, los comportamientos sedentarios y la salud física y mental de los niños”, explica Idoia Labayen Goñi, directora del grupo de investigación ELIKOS (elikadura, ariketa fisikoa eta osasuna / nutrición, actividad física y salud) de la Universidad Pública de Navarra (UPNA)

“Estos datos resultan especialmente preocupantes, ya que esta evaluación durante el confinamiento se realizó en una población representativa de escolares navarros en la que las prevalencias de inactividad física (60%), excesivo tiempo de uso de pantallas (61%) y baja adherencia a la dieta mediterránea (77%) antes del confinamiento ya eran elevadísimas y aumentaban el riesgo de desarrollo de enfermedades crónicas no transmisibles en esta población”, señala.

Las investigadoras, en sus evaluaciones iniciales, ya observaron la presencia de desigualdades sociales e identificaron poblaciones infantiles más vulnerables al desarrollo de obesidad y otras enfermedades crónicas no transmisibles. Así, la inactividad física, el exceso de uso de tiempo de pantallas, la baja adherencia a la dieta mediterránea y la baja condición física son más elevadas en los escolares navarros de familias con menor nivel educativo o de origen extranjero. La prevalencia de sobrepeso u obesidad infantil alcanzaba el 39% en este colectivo antes de la pandemia por COVID-19.

La pandemia de la obesidad

Los expertos consideran que la obesidad infantil es una epidemia global, que amenaza el bienestar colectivo y el desarrollo de las sociedades tanto en países desarrollados como en vías de desarrollo. La Organización Mundial de la Salud considera que la obesidad infantil es uno de los factores de riesgo más preocupantes para la salud humana y que podría reducir la esperanza de vida de las próximas generaciones. El exceso de adiposidad en la infancia se asocia con múltiples problemas de salud tanto a corto plazo, durante la infancia, como a largo plazo, en la edad adulta. La obesidad en la infancia aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares, diabetes e hígado graso en edades tempranas. Además, afecta sustancialmente la calidad de vida y da lugar a complicaciones psicológicas y sociales.

Los resultados del estudio realizado por la UPNA han puesto de relieve los efectos negativos que el confinamiento por COVID-19 ha tenido en los estilos de vida de niños y adolescentes, que ya eran preocupantes antes de la llegada de la pandemia. “Estos datos deberían ser tenidos en cuenta por las instituciones educativas y de salud pública en futuras estrategias de protección ante el COVID-19 para los niños”, destacan las autoras del trabajo.

Además, se hace hincapié en la especial atención que merecen los niños y niñas que viven en situaciones de vulnerabilidad social, y se recuerda la necesidad de establecer “políticas de salud pública enfocadas a la prevención de la obesidad, que fomenten la actividad física y eduquen en la adquisición de estilos de vida saludables”.