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El ejercicio físico supervisado (aeróbico y de fuerza), en sesiones de 60 minutos tres veces por semana, debería formar parte de los programas de prevención y tratamiento de la esteatosis hepática (hígado graso no alcohólico) y de los factores de riesgo cardiovascular en jóvenes, particularmente en niños y niñas con sobrepeso u obesidad. Así lo pone de manifiesto la tesis doctoral recientemente defendida por María Medrano Echeverría en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), titulada “Effects of exercise on hepatic steatosis in children: the role of fitness”. La investigación ha sido dirigida por Idoia Labayen Goñi, profesora del Departamento de Ciencias de la Salud e investigadora del Instituto IS-FOOD de la universidad. 

zoom María Medrano

La nueva doctora por la UPNA, María Medrano.

Según explica María Medrano, la prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil ha aumentado en las últimas décadas, llegando a convertirse en una pandemia global. Las niñas y niños con obesidad tienen un mayor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 e hígado graso no alcohólico (NAFLD en sus siglas en inglés), catalogada como la enfermedad hepática más común en la infancia y como el componente hepático del síndrome metabólico. “Mayores niveles de condición física y actividad física se asocian con una mejor salud cardiovascular y una menor resistencia a la insulina en niños y adolescentes. Sin embargo, hasta la fecha se dispone de muy poca información acerca de la asociación de la condición física y la actividad física con la esteatosis hepática en edad pediátrica”, explica María Medrano. 

En este contexto, apunta, “las intervenciones basadas en los estilos de vida son el pilar fundamental en el manejo de la NAFLD infantil”. Sin embargo, “no hay estudios previos en niños y niñas prepuberales que examinen el efecto de la adición de un programa de ejercicio físico supervisado ni tampoco existen recomendaciones específicas (tipo, intensidad, frecuencia y duración) al respecto para el mismo sector de población mencionado”, precisa.

Implicación familiar en los estilos de vida y ejercicio físico

La tesis concluye que el ejercicio físico supervisado reduce el porcentaje de grasa hepática en los menores y, conjuntamente con otras actividades basadas en los cambios del estilo de vida, es una estrategia eficaz para reducir la prevalencia de esteatosis hepática en población pediátrica. Además, mayores mejoras de la condición física (tanto cardiorrespiratoria, como de fuerza) se asociaron con mayores reducciones del porcentaje de grasa hepática en los jóvenes. 

Así, tanto el ejercicio aeróbico como el de fuerza, a intensidades vigorosas o de moderadas a vigorosas, en sesiones de al menos 60 minutos de duración (combinando juegos tradicionales y deportes de equipo), con un mínimo de tres sesiones por semana y con el objetivo de aumentar la capacidad cardiorrespiratoria y la fuerza muscular “deberían ser incluidos en el diseño de los programas de ejercicio para la prevención y el tratamiento de la esteatosis hepática (hígado graso) en niños y adolescentes”, asevera la autora de la tesis.

La investigación también establece que la implicación familiar en el proyecto es importante. De hecho, demuestra que un programa de intervención familiar multicomponente de 22 semanas de duración (proyecto EFIGRO) que incluya ejercicio físico supervisado, además de un programa basado en educación familiar en estilos de vida saludable y psicoeducación, “es capaz de reducir la esteatosis hepática, la adiposidad total y abdominal, y la resistencia a la insulina en niñas y niños preadolescentes con sobrepeso u obesidad”. 

Los resultados de esta tesis “pueden tener implicaciones clínicas y prácticas a la hora de diseñar intervenciones basadas en los estilos de vida y el ejercicio físico para la prevención o el tratamiento de la obesidad y la esteatosis hepática pediátrica, así como de otras comorbilidades asociadas como la diabetes tipo 2 o las enfermedades cardiovasculares”, concluye su autora.