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Personas mayores de 88 años, frágiles, con demencia y que habían estado sometidas a un largo periodo de restricción física en silla de ruedas, mejoraron su fuerza y potencia muscular tras realizar un programa de entrenamiento específico. Pudieron aumentar su velocidad al caminar, tuvieron mayor habilidad para levantarse de la silla y mejorar el equilibrio, y redujeron significativamente la incidencia de caídas. Esta investigación, cuyos resultados han sido publicados por la revista Age, de la Sociedad Americana de Envejecimiento, ha sido dirigida por el catedrático de Fisioterapia de la Universidad Pública de Navarra Mikel Izquierdo Redín y junto a él han trabajado los investigadores Eduardo L. Cadore, (Universidad Pública de Navarra); Ana B. Bays, Marta Martínez y Andrea Rozas (Real Casa de la Misericordia de Tudela), Álvaro Casas (Hospital de Navarra) y Leocadio Rodríguez-Mañas (Hospital de Getafe).

En la investigación participaron 24 ancianos frágiles con demencia de entre 88 y 94 años. Dos días a la semana, durante 12 semanas, realizaron entrenamiento multicomponente, que combinaba el entrenamiento de fuerza muscular y ejercicios para la mejora del equilibrio y la marcha. “El grupo mejoró de forma significativa la habilidad para caminar y levantarse de una silla —señala el profesor Izquierdo— y se observó mejoría en la mayoría de las mediciones de fuerza presión, flexión de cadera, extensión de rodilla y fuerza dinámica máxima. Asimismo hubo una reducción significativa en la incidencia de caídas”. Además de esas mejoras, el estudio ha demostrado que el entrenamiento de potencia es perfectamente aplicable en ancianos frágiles con demencia y restricción física.

El síndrome de fragilidad —habitualmente presente en los ancianos con demencia— puede acelerar la trayectoria de deterioro de estas personas. Las intervenciones con ejercicio físico (fuerza, caminar y ejercicios de equilibrio) que están diseñadas para mejorar dominios físicos del síndrome de fragilidad pueden beneficiar también a los ancianos con demencia. De forma adicional, el ejercicio físico de fuerza y resistencia ha demostrado mejorar la función cognitiva de los pacientes con demencia.

El estudio valoró también la situación de los ancianos 24 semanas después de finalizar las sesiones de entrenamiento y se comprobó que hubo “una disminución abrupta en casi todos los logros físicos obtenidos”. Al no seguir realizando los ejercicios, se perdió todo lo conseguido y los ancianos volvieron a la situación previa de restricción física. En opinión de Mikel Izquierdo, “sería beneficioso aplicar de manera continuada este tipo de ejercicios en ancianos vulnerables, incluso en aquellos con demencia o que han sido sometidos a periodos prolongados de restricción física en sillas de ruedas, con el fin de prevenir el impacto del envejecimiento, mejorar su bienestar y facilitar su adaptación a la sociedad en que viven”.

El trabajo de investigación del que se ha hecho eco la Sociedad Americana de Envejecimiento lleva por título “Positive effects of resistance training in frail elderly patients with dementia after long-term physical restraing” (Efectos positivos de un programa de entrenamiento de fuerza en ancianos frágiles con demencia después de un periodo prolongado de restricción física).