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Un equipo internacional científico liderado por Héctor Linares Arroyo (Fundación Stars4All), junto con Ángela Abascal Imízcoz (licenciada en Arquitectura y actual investigadora Juan de la Cierva en el Departamento de Ingeniería de la Universidad Pública de Navarra) y Alejandro Sánchez de Miguel (investigador de la Universidad Complutense de Madrid) realizó en 2023 un estudio sobre el impacto de la contaminación lumínica en los ecosistemas y en la salud humana y animal que acaba de ser publicado en la revista “Nature Reviews Earth and Environement”. Entonces, la investigadora de la UPNA trabajaba para la Faculty Geo-Information Science and Earth Observation (ITC), de la Universidad de Twente (Países Bajos).

zoom La investigadora Ángela Abascal Imízcoz, en la UPNA.

La investigadora Ángela Abascal Imízcoz, en la UPNA.

Además de explicar la situación actual de la contaminación lumínica a nivel mundial, el equipo investigador propone en su artículo el desarrollo de nuevos satélites con capacidades más precisas para investigar en esta materia y para realizar un seguimiento sobre el acceso de todos los países del mundo a fuentes de iluminación confiables y seguras. La publicación es el resultado de un estudio, de nombre NigthWatch (vigilancia nocturna) financiado por la Agencia Espacial Europea (ESA).

En el artículo, se pone de manifiesto cómo la luz artificial está transformando nuestros cielos de forma “alarmante”, indican los investigadores.  En concreto, se indica que el 80% de la población mundial vive bajo cielos contaminados lumínicamente y explica que las áreas urbanas experimentan niveles de radiación cenital 40 veces superiores a los naturales. Algunas zonas cercanas a fuentes de luz artificial tienen niveles de brillo hasta un millón de veces superiores a lo habitual. Estos hallazgos se basan en imágenes de satélite y observaciones de estrellas, que muestran un aumento anual en la emisión de luz global entre el 2% y el 10%.

Por otro lado, el estudio también destaca importantes lagunas en la tecnología de seguimiento actual, en la falta de resolución espectral, por un lado y en la falta de resolución espacial, por otro. Por ejemplo, el sensor de banda diurna y nocturna (DNB) del satélite VIIRS (de la NASA) no detecta la luz azul, “lo cual es crucial para evaluar el cambio generalizado de la iluminación tradicional a las LED”, apunta el equipo investigador. Como señala este último, “esta limitación puede dar lugar a una subestimación de los niveles de contaminación lumínica. Por ejemplo, las reducciones de emisiones reportadas en España podrían ser engañosas debido a esta brecha tecnológica”. Por otro lado, el VIIRS tiene una resolución espacial de 750 metros, y el equipo ha comprobado que algunas zonas oscuras, como parques o áreas sin urbanizar de África, quedan invisibilizadas si son menores que ese tamaño.

Necesidad de desarrollo de nuevos satélites

Para abordar todos los retos descritos, la Red Española de Estudios de Contaminación Lumínica ha impulsado un manifiesto durante la presidencia española de la Unión Europea, abogando por el desarrollo de satélites con capacidades multiespectrales avanzadas. “Estos satélites proporcionarían evaluaciones más precisas y efectivas de la contaminación lumínica y rastrearían el acceso global a la electricidad, particularmente en países de bajos ingresos donde millones de personas todavía carecen de electricidad confiable”, apunta el equipo investigador.

zoom Una imagen de Pamplona desde el espacio. Foto tomada por NASA/ESA desde la Estación Espacial Internacional. Procesamiento de geolocalización por Cities at Night.

Una imagen de Pamplona desde el espacio. Foto tomada por NASA/ESA desde la Estación Espacial Internacional. Procesamiento de geolocalización por Cities at Night.

La investigación exige el despliegue de nuevos satélites con mayor resolución espacial, información espectral detallada y revisiones frecuentes de objetivos seleccionados. “Estos avances mejorarían el seguimiento de las tendencias de la contaminación lumínica y el acceso a la electricidad en todo el mundo”, indica el equipo investigador. Este estudio subraya “el liderazgo de España en la investigación sobre la contaminación lumínica y la urgente necesidad de avances tecnológicos para proteger los cielos nocturnos y mejorar nuestra comprensión global del acceso a la electricidad. Es esencial un esfuerzo global coordinado para mitigar los impactos ambientales y sociales de la luz artificial y garantizar un futuro sostenible”, concluyen.

Efectos negativos de la contaminación lumínica en animales y plantas

El estudio enfatiza que la contaminación lumínica altera los comportamientos de los animales, los ciclos de las plantas y ecosistemas enteros, causando grandes daños a la biodiversidad. También afecta la salud humana, aumentando el riesgo de enfermedades crónicas y alterando los patrones de sueño.

Las implicaciones sociales son importantes, tal y como se apunta en el estudio. En las ciudades europeas, las comunidades de bajos ingresos suelen enfrentarse a niveles más altos de contaminación lumínica. Por el contrario, en los países de ingresos bajos y medios, como los de África, las comunidades más pobres carecen de fuentes de electricidad confiable y recurren a fuentes nocivas como el fuego o el queroseno. “Un mejor seguimiento del acceso a la electricidad es esencial para abordar la pobreza energética y garantizar una distribución equitativa de los recursos”, asegura el equipo investigador.