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El historiador Imanol Satrustegi Andrés ha investigado en su tesis doctoral, leída en la Universidad Pública de Navarra, los partidos de la izquierda revolucionaria y el gran arraigo que tuvieron en Navarra en los últimos años del franquismo y durante la transición. “Navarra —apunta— fue uno de los lugares de toda Europa donde la izquierda revolucionaria tuvo más arraigo”.

zoom Imanol Satrustegi Andrés

Imanol Satrustegi Andrés

La tesis “Beste mundu bat nahi genuen. Nafarroako ezker iraultzailea, 1970-1979” (Queríamos otro mundo. Izquierda revolucionaria en Navarra, 1970-1979), realizada en euskera, ha sido dirigida por Emilio Majuelo Gil, profesor titular de Historia Contemporánea en la UPNA, y ha obtenido la calificación de sobresaliente “cum laude”

Tal y como explica el autor, bajo la denominación izquierda revolucionaria o izquierda radical “se agrupa, normalmente, una diversa constelación de partidos comunistas, que se situaban más al extremo que la izquierda tradicional (PCE y PSOE) y que, al contrario que la izquierda abertzale, actuaba en el ámbito estatal”. Se trata de partidos surgidos a finales de la década de 1960 y que tuvieron su punto álgido en los años clave de la Transición (1975-1977), como la Organización Revolucionaria de Trabajadores (ORT), el Movimiento Comunista de Euskadi (EMK), la Liga Comunista Revolucionaria (LCR), el Partido del Trabajo de España (PTE), el Partido Comunista de España (marxista-leninista) (PCEml) o la Organización de Izquierda Comunista (OIC).

La investigación ha pretendido esclarecer diversos interrogantes sobre la izquierda radical: ¿Por qué tuvo tanto arraigo en Navarra? ¿Influyó la izquierda revolucionaria durante la transición, en la falta de consenso y de apoyos sociales para la monarquía constitucional? ¿Cómo y por qué perdió tanto apoyo durante la transición? Para responder a estas preguntas, Imano Satrustegi ha consultado fuentes documentales, principalmente las producidas por los propios partidos revolucionarios (boletines internos, actas de reuniones y congresos, octavillas, carteles, etc.), pero también ha recogido testimonios de los propios militantes de la izquierda revolucionaria; “al tratarse de un pasado reciente, ha sido posible trabajar la historia oral, que ha enriquecido enormemente la tesis”, indica.

Evolución de la izquierda

El autor de la tesis explica cómo si bien a principios del siglo XX Navarra era considerada como un territorio conservador, durante los últimos años de la dictadura la radicalidad y el dinamismo de la oposición antifranquista en Navarra sorprendieron a muchos. “Al contrario que en otros lugares de España, el PCE de Santiago Carrillo tuvo poco arraigo, y fueron los partidos situados a su izquierda las fuerzas mayoritarias del movimiento obrero y de la oposición antifranquista”.

Entre los factores causantes de esa radicalidad, Imanol Satrústegi hace referencia al rápido y tardío crecimiento industrial del desarrollismo, “lo que provocó que en pocos años se creara una nueva clase obrera, formada principalmente por trabajadores jóvenes y que estaba desconectada con la tradición de los partidos de izquierdas de preguerra”. Además, apunta que ciertos sectores de la Iglesia tomaron contacto con las capas sociales más desfavorecidas, “lo que provocó que una parte de las organizaciones católicas de apostolado obrero (como la Hermandad Obrera de Acción Católica o Vanguardia Obrera Social) simpatizaran con la lucha obrera. El tejido asociativo cristiano y las facilidades legales que tenían resultaron clave para facilitar la formación de muchos militantes revolucionarios y la creación de los primeros grupos izquierdistas”. Asimismo, otra parte importante de la izquierda revolucionaria “provino de las llamadas corrientes obreristas de ETA, fruto de los debates acaecidos en esa organización en su V y VI asamblea”.

En este contexto, su investigación apunta además que “la izquierda revolucionaria no fue un espejismo nacido de la nada: formó parte de una oleada revolucionaria internacional llamada Largo 68, que agitó el mundo entre finales de los años 60 y principios de los 70. Por momentos pareció que transformaciones sociales profundas podrían suceder en cualquier lugar del globo, también en Navarra. Cuando el joven proletariado navarro, las organizaciones apostólicas navarras y las corrientes obreristas de ETA entraron en contacto con las ligadas al Largo 68 (maoismo, trotskismo, leninismo, consejismo, anarquismo...), se radicalizaron y dieron lugar a los partidos de la izquierda revolucionaria”.

Final del franquismo y transición

Según Imanol Satrustegi, durante la última década del franquismo “la izquierda revolucionaria consiguió conectar con partes importantes de la sociedad y, a través de sus numerosas movilizaciones, consiguió erosionar al franquismo”. En ese contexto, “los partidos de la izquierda radical diseñaron estrategias revolucionarias que tenía por objetivo conseguir profundos cambios en la sociedad. La izquierda revolucionaria trató de incidir políticamente a través de los movimientos sociales, principalmente en el movimiento obrero a través de la Comisiones Obreras. Las reivindicaciones ligadas a las libertades nacionales y al vasquismo también tuvieron gran importancia, tanto que se llegó a una identificación casi total entre los símbolos vasquistas y el antifranquismo”.

Durante la Transición, “creyeron que podrían mantener la tensión de la movilización social e hicieron un gran esfuerzo para seguir manteniendo un papel importante en la política. De hecho, en las elecciones generales de 1977 las cuatro candidaturas radicales obtuvieron el apoyo del 17% del electorado (el máximo conseguido por el conjunto de la izquierda radical en toda Europa), aunque se quedaron sin representación a consecuencia de la división partidista”.

Sin embargo, en opinión de Satrustegi, “el reciente régimen parlamentario y constitucional no acercó la llegada de la revolución, más bien al contrario, reforzó y dotó de nueva legitimidad al capitalismo. Además, fruto de la crisis económica y del inicio del ciclo neoliberal, el movimiento obrero pasó a una posición defensiva. En la mayoría de países europeos, la chispa revolucionaria del Largo 68 se fue apagando a partir de finales de los 70. Ante la pérdida general de las expectativas revolucionarias, la izquierda revolucionaria sufrió una profunda crisis de militancia”.

En la nueva situación, la izquierda revolucionaria perdió efectividad. “La base social rupturista que hasta entonces había simpatizado con la izquierda revolucionaria se sintió insatisfecha y se vio atraída hacia la izquierda abertzale. La izquierda abertzale no había tenido una presencia destacable en la lucha antifranquista, pero consiguió dar la imagen de ser la corriente que seguía luchando contra el sistema. Algunos de los partidos revolucionarios con más arraigo en Navarra, como la ORT y el PTE, desaparecieron. Otros como EMK y LKI sobrevivieron durante la década de los 80, pero ya alejados de la toma del poder, más bien como animadores de los nuevos movimientos sociales”.

“La izquierda revolucionaria —sintetiza el autor de la tesis— contribuyó en numerosas victorias parciales; entre otras, en la mejora de salarios a través de movimiento obrero o en la mejora de condiciones de vida a través del movimiento vecinal. También fueron vanguardistas en numerosos movimientos y protestas sociales como en el feminista, el ecologista o el antirrepresivo”.

Imanol Satrustegi Andrés (1993) es Graduado en Historia en la Universidad del País Vasco- Euskal Herriko Unibertsitatea (UPV-EHU) Y  Master interuniversitario en Historia Contemporánea en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB). Doctorado en 2021 en la Universidad Pública de Navarra, ha podido desarrollar su tesis gracias a una beca predoctoral del Gobierno de Navarra.