La tesis doctoral de Esther Aldave Monreal “Violencia y sociedad en Pamplona (1876-1936)” ha analizado las expresiones violentas de distinta naturaleza (colectiva, privada, interpersonal, política, etc.) ocurridas durante las seis décadas que transcurren entre finales del siglo XIX y principios del XX. Entre sus conclusiones, señala que “la mayor parte de los delitos cometidos en Pamplona entre 1883 -1918 no fueron de naturaleza violenta. Mientras que en España y en Navarra aproximadamente uno de cada tres delitos era violento, en Pamplona lo era poco más de uno de cada cinco”.
Su tesis doctoral, dirigida por José Miguel Lana Berasáin, profesor titular de Historia e Instituciones Económicas, ha obtenido la calificación de sobresaliente cum laude. Las fuentes empleadas han sido, fundamentalmente, los órganos de justicia, instituciones oficiales y prensa escrita, si bien la propia autora indica que se ha encontrado “con algunos inconvenientes importantes, como la destrucción o desaparición de documentación”.
El trabajo parte de la premisa de que hacia mediados del siglo XIX algunos datos estadísticos confirmaban que Navarra resultaba ser una provincia “violenta”, con un gran número de crímenes de sangre. Décadas después (fines del XIX – comienzos del XX), algunas voces que encontraban su eco en la prensa local insistían en la perversión de la capital navarra y en un aumento de la inseguridad. “De la misma manera —explica la autora—, la imagen de una tierra cristiana y piadosa tendió a generalizarse durante y después de la Guerra Civil. Sin embargo, ¿cuál de estos discursos encajó con la realidad de Pamplona entre 1876 y 1936?”
Teniendo en cuenta la complejidad del fenómeno de la violencia, en su análisis, Esther Aldave ha intentado delimitarla y situarla de acuerdo a algunos espacios de poder, “desde el ámbito doméstico hasta el público, sin olvidar el aparato judicial y punitivo y los discursos que tendieron a sustentarlo”. Así, contempla la violencia en el ámbito de la vida privada (motivaciones interpersonales), la violencia colectiva (expresiones espontáneas de descontento en el seno de la comunidad) y la violencia política (planificada o espontánea).
Marcada mayoría masculina
La mayor parte de los delitos cometidos en Pamplona entre los años 1883-1918 no fueron de naturaleza violenta, “aunque en España, Navarra y Pamplona sí se puede hablar de un repunte de la criminalidad, que afectó sobre todo a Pamplona, probablemente debido a la crisis económica de finales de siglo y al impacto de las campañas coloniales” Con todo, mientras que en Navarra y en España se contabilizaba un delito violento de cada tres, en Pamplona la cifra era de poco más de uno de cada cinco.
Si se atiende al perfil de los procesados, hubo una marcada mayoría masculina: más del 90% de los procesados en el caso de los delitos contra las personas y contra el orden público. “La violencia interpersonal, marcadamente masculina, se fundamentó en valores como el honor y en la articulación de una virilidad reafirmada mediante la exhibición de la agresividad, lo cual implicaba el uso de armas blancas y de fuego”.
En ese sentido, Esther Aldave señala que durante todo el período de entre siglos “fue habitual el desafío o el duelo a la hora de resolver determinados conflictos”. Igualmente, la mayoría de delitos de atentado o resistencia contra la autoridad “no presentaron la forma de actos delictivos bajo motivación política, ya que los hombres trataban a los agentes de tú a tú, sin reconocerles como autoridad”.
Respecto a la mujer, “se vio expuesta a una invisibilidad sistemática en el sistema judicial, ya que, en ocasiones, los maltratos pasaban a ser eclipsados por otros delitos”. Adoptó un papel activo y fue procesada en los delitos contra el honor, “sobre todo cuando determinados conflictos se creaban o intentaban solucionar mediante el insulto o la injuria, en un intento de menoscabar la reputación sexual de la víctima”. También la mujer tuvo un rol activo importante al intentar poner remedio a situaciones de opresión frente a sus parejas; “en algunos de estos casos —indica la autora del trabajo— la iniciativa de querer finalizar relaciones terminó con represalias mortales”. Por último, los delitos de infanticidio fueron minoritarios, “algo que contrasta con la gran cantidad de procesos inacabados tras el hallazgo del cadáver de un bebé o las noticias al respecto referidas en la prensa”.
Violencia colectiva y violencia política
Parte de la conflictividad vecinal que se produjo entre los habitantes de Pamplona “pudo estar condicionada por las crisis de habitabilidad, dada la imposibilidad de una expansión más allá de las murallas de la ciudad, al menos hasta los años veinte”. Dentro del ámbito comunitario y los debates en torno a la convivencia y el orden público “destaca la relevancia de dos sectores considerados incómodos por los contemporáneos: la juventud y los militares”. Los jóvenes adoptaron códigos masculinos a la hora de resolver los conflictos, “sobre todo a la hora de defender a los miembros de los grupos de amigos”. En el caso de los militares, al margen de los que vivían en Pamplona por tratarse de una plaza fuerte, las tensiones surgieron en torno a la figura de los “sustitutos”, personas a las que se pagaba para sustituir a quienes debían cumplir el servicio militar. Esto fue habitual durante las campañas coloniales desde fines del siglo XIX, “lo cual degeneró en tensiones entre ellos mismos, pero también con la población civil”.
El ocio es otro de los factores relacionado con diferentes tensiones sociales y el fútbol resaltó entre el resto de actividades. “Los espectadores se implicaron hasta protagonizar altercados violentos prácticamente de una manera casi paralela a la implantación de este deporte como principal entretenimiento, también a nivel local”
En cuanto a violencia política, la conflictividad no fue realmente marcada hasta la Segunda República, debido a la polarización política y a una cierta apertura dentro del nuevo sistema. “De hecho, la mayor parte de los delitos de carácter político que se han recogido para todo el período analizado se sitúan en los años treinta”.
Breve curriculum vitae
Licenciada en Historia por la Universidad de Navarra y con estudios de máster por la Universidad de Zaragoza, Esther Aldave Monreal ha realizado su doctorado en la UPNA. Ha participado en varios congresos internacionales y jornadas, destacando la organización del seminario Violencia en una era de mutaciones sociales: bases teóricas y metodológicas para su estudio, donde presentó la ponencia Violencia cotidiana: entre la violencia personal y la acción colectiva. Cuenta igualmente con varias publicaciones, entre las que destacan el artículo Violencia y radicalización política en Pamplona durante el primer bienio republicano (1931-1933): los sucesos del 17-18 de abril de 1932, publicado en la revista Clio & Crimen y La mujer silenciada. Violencia de género en Pamplona durante la Restauración (1876-1923)”, publicado en Príncipe de Viana. Asimismo, en 2018 realizó una estancia de investigación en el Instituto de Historia Social de Ámsterdam (IISG), gracias a una beca concedida por Campus Iberus y Erasmus+.