Francisco Idareta Goldaracena, investigador de la Universidad Pública de Navarra (UPNA), ha diseñado una herramienta que identifica y mide los diferentes tipos y grados de violencia ejercida sobre personas usuarias del Trabajo Social y disciplinas afines, a la par que busca sensibilizar al colectivo de profesionales sobre los riesgos de enmascararla. Esta investigación, pionera en España, ha sido financiada por el Ministerio de Economía y Competitividad del Gobierno central dentro de un proyecto denominado “Toma de decisiones éticas en la práctica profesional del Trabajo Social”.
Este investigador de la UPNA ha creado la “Escala de Violencia al Usuario” (EVU), que ordena gradualmente los diferentes niveles de violencia en los que pueden incurrir profesionales del Trabajo Social, así como el “Cuestionario para la Detección del Índice de Violencia al Usuario” (C-IVU), diseñado y validado para medir y poder así prevenir tales abusos de poder.
“El cuestionario es una herramienta útil para identificar diferentes violencias en el ejercicio profesional y concienciar al colectivo de profesionales sobre el abuso de poder en el que pueden incurrir. Sirve también para el asesoramiento ético y la investigación en Ética de la intervención social, así como para ser autoadministrada por las profesionales de la intervención social y administrada por Comités de Ética. Y dado el interés que está suscitando tanto a nivel académico como profesional, estamos valorando la posibilidad de crear una aplicación para móviles”, afirma Idareta, quien forma parte del grupo de investigación de la UPNA Efimec (Ética, Filosofía y Metodología de la Ciencia), liderado por la profesora María Jesús Úriz Pemán.
Uso y abuso del poder
“Nadie duda de que el colectivo de profesionales del Trabajo Social se caracteriza en su mayoría por hacer un buen uso del poder que se les encomienda —señala Idareta, profesor del Departamento de Trabajo Social—. Sin embargo, por ejercer ese poder, sobre todo en dos actos profesionales por excelencia, la entrevista y el diagnóstico, pueden originarse casos en los que se hace un mal uso. En definitiva, y del mismo modo que se reconoce que se usa correctamente el poder en beneficio del usuario, es necesario admitir explícitamente que, en ocasiones, se puede abusar y se abusa de él en beneficio del profesional y es a este abuso de poder al que denominamos violencia a la persona usuaria”.
En este sentido, Idareta aclara que, “si hemos llegado a este punto en el Trabajo Social, es porque la disciplina ha adquirido la suficiente madurez como para comenzar a dar pasos en torno al reconocimiento abierto y explícito del abuso de poder del colectivo de profesionales frente a las personas usuarias, lo que evidencia, una vez más, su exquisita sensibilidad ética”.
Eufemismos para ocultar la violencia
Idareta ha constatado que en el ejercicio profesional del Trabajo Social se tiende a ocultar el abuso de poder al usuario tras “una amplia gama de eufemismos: mala praxis, negligencia, imprudencia…”. “Por una parte, al sustituir un término malsonante, como violencia o abuso de poder, por estos otros más normalizados, perdemos de vista la virulencia y el impacto inmediato de la palabra que se enmascara, así como sus consecuencias —explica—. Y por otra, no clarificar en qué consisten el abuso de poder u otro tipo de violencias, ni informar a las personas usuarias de los diferentes tipos de violencia que pueden padecer, puede traer consigo su desconfianza y la falta de credibilidad de la sociedad en la profesión”. Por todo ello, apenas existen estudios en España sobre esta problemática.
Al igual que sucede en otras profesiones de ayuda, en la actualidad en el Trabajo Social se acepta como violencia “únicamente la padecida pero no la ejercida”. “El colectivo de profesionales, en la mayoría de los casos, se reconocen como ‘objetos de poder’, pero no como ‘sujetos de poder’. Y del mismo modo que son capaces de identificar la violencia que se ejerce sobre este grupo de profesionales, deberían poder identificar y reconocer que pueden también incurrir e incurren en ella frente a las personas usuarias”, indica este investigador.
De hecho, el Código Deontológico del Consejo General del Trabajo Social, actualizado en 2012, solo reconoce que “las y los profesionales no deben utilizar el poder que ostentan en beneficio propio”. “Pero de ahí a admitir explícitamente que pueden abusar de su poder, que existen diferentes modalidades de este abuso de poder y que hay que identificarlas y, solo así evitarlas en la medida de nuestras posibilidades, hay todavía todo un abismo”, apunta Idareta, que ejerció como trabajador social durante varios años antes de doctorarse en la UPNA con una tesis que ha sido la primera sobre Trabajo Social en recibir un premio extraordinario de doctorado en la historia de esta profesión en España.
Ética imprescindible
Para este investigador, la Ética es “fundamental, porque, por una parte, sensibiliza al colectivo de profesionales del Trabajo Social sobre los abusos de poder en los que pueden incurrir e incurren, al instaurar en este grupo una actitud crítica y autocrítica permanente; y, por otra, protege a las personas usuarias de los abusos de poder de este tipo de profesionales”.
Por todo ello, Francisco Idareta reclama “definir y explicitar, a ser posible en el mismo Código Deontológico del Trabajo Social, qué se entiende por abuso de poder y violencia en la intervención social”. “De hecho, debemos comenzar a trabajar en una teoría de la violencia en la intervención social para que se pueda identificar y, sólo así, denunciar”, concluye.