¿Es lícito que una persona decida acabar con su vida? ¿Es condenable que lo haga? La sociedad se ha hecho éstas y otras preguntas a lo largo de la historia sobre este concepto, que es analizado por Javier Gil Gimeno en una tesis doctoral defendida en la Universidad Pública de Navarra. Su título es “Suicidio: Morir o matar. Un estudio de sociología” y estudia este polémico fenómeno desde una perspectiva sociológica partiendo de la base de que éste es un hecho social que apunta directamente hacia los límites de la vida y de la capacidad de decisión que tienen los seres humanos, lo que le convierte en un objeto inmejorable para estudiar las tensiones que acontecen a escala social. La tesis ha sido dirigida por el profesor del Departamento de Sociología, Celso Sánchez Capdequí, y ha obtenido una calificación de sobresaliente “cum laude”.
Javier Gil Gimeno es doctor en Sociología por la Universidad Pública de Navarra y ha sido 2º Premio Nacional de la Licenciatura de Sociología en 2004. Ha publicado artículos y recensiones en revistas especializadas, como REIS, Anthropos o Revista de estudios filosóficos. Durante el segundo semestre de 2006, realizó una estancia en el Departamento de Sociología de la Universidad de la Sorbonne de París (Université Rene Descartes, París V).
La tesis de Javier Gil estudia la tensión social actual en torno al suicidio a través de ocho conceptos fundamentales que funcionan a modo de peldaños. El primero de estos escalones es la modernidad, periodo histórico que provoca una ruptura sin precedentes dentro del imaginario del siglo XVI. Este nuevo escenario marcado por la “muerte de dios” provoca que el individuo se sitúe por vez primera en el centro de la escena social, obligado a convertirse en el actor principal de su biografía.
El segundo de los conceptos es la pregunta por el sentido. Pese a que interrogarse por el sentido parece algo propio de la condición humana, el nuevo contexto inaugurado por la modernidad confiere a esta pregunta una importancia capital, hasta el punto de que el debate en torno a la muerte voluntaria se convierte en una cuestión ineludible.
El suicidio como hecho social
El tercer peldaño de esta tesis y uno de sus pilares metodológicos es una de las ideas fundacionales de la sociología esgrimida por Emile Durkheim: Todo hecho que afecta a los seres humanos tiene una vertiente social y, por lo tanto el suicidio también. El repaso por la historia del objeto de estudio que se lleva a cabo ayuda a tomar conciencia de que han existido distintas formas de comprender este fenómeno, dependiendo de la sociedad en la que estuviera inserto. El suicidio pasa pues a depender de las circunstancias propias de la sociedad en que se desarrolla.
La individualización como proceso principal y característico de la modernidad –cuestión que han defendido autores tan prestigiosos como Ulrich Beck, Anthony Giddens, Richard Sennett o Zygmunt Barman- es el siguiente escalón conceptual de este trabajo de investigación. La individualización significa que el actor social moderno no solamente puede decidir, sino que tiene el deber de hacerlo y de asumir las responsabilidades de sus actos. Así pues, lo característico de las sociedades dominadas por los procesos de individualización no es la posibilidad de adoptar diferentes opciones, sino la obligatoriedad de escoger entre una o varias de esas posibilidades. Pero lejos de ser una realidad unívoca por ser obligada, no existe una manera única o correcta de llevar a cabo esta tarea, sino tantas formas de hacerlo como individuos en la sociedad.
Autonomía personal y visión trascendente de la vida –quinto y sexto peldaño respectivamente- se han convertido en los valores por excelencia de la sociedad actual. El objetivo de esta investigación es estudiar, en términos de suicidio, las tensiones que se producen entre estos dos “modos” de responder a la pregunta por el sentido de la existencia humana –que conviven por vez primera en la escena social de la modernidad-. En opinión de Javier Gil, este hecho no ha significado que la visión transcendente de la vida siga imprimiendo hoy una gran impronta, tanto sobre la conformación de la realidad social como sobre las decisiones soberanas tomadas por los individuos y colectivos, para quienes el bien moral se construye partiendo de la vida humana, límite infranqueable.
Arte de matar o de morir
La tesis defendida por Javier Gil concluye con dos conceptos estrechamente relacionados con los dos anteriores. El primero de ellos es la denominación del suicidio como “arte de morir” y está apoyado por una serie de colectivos que defienden la autonomía personal como base de la existencia humana en sociedad. Mientras, el valor que subyace en el segundo es la visión transcendente de la vida, que entiende el suicidio como “arte de matar”.
Que la forma vigente realce la postura de aquellos colectivos que comprenden el suicidio como “arte de morir” no significa que clausure la voz de aquellos que comprenden este fenómeno como “arte de matar”. Lo característico de la época en que vivimos es que confluyen en una misma sociedad diferentes modos de dar sentido a la existencia. Es más, la tesis mantiene que esta última ha gozado de un gran peso a lo largo de la historia y, pese a que hoy en día la intensificación de los procesos de individualización ha ampliado los márgenes de influencia de los colectivos que comprenden el suicidio como el “arte de morir”, sigue disfrutando de una gran relevancia social.