El modelo de amor romántico actual contribuye a la dependencia emocional y a la violencia contra las mujeres, según concluye en su tesis doctoral, leída en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), Rut Iturbide Rodrigo (Pamplona, 1978), profesora e investigadora en el Departamento de Trabajo Social de dicha institución. “Los modelos de relación entre hombres y mujeres propuestos en películas y series de ficción mantienen la estructura de desigualdad de género de nuestra sociedad”, señala la nueva doctora, que ha analizado, con perspectiva de género, las relaciones entre hombres y mujeres en la sociedad actual a través de un estudio de caso de la serie de televisión “El barco”. Su trabajo ha seguido la línea de otros anteriores del Grupo de Investigación en Género de la UPNA.
En las sociedades actuales, dotadas de un marco democrático, existe, en la práctica, una desigualdad estructural entre hombres y mujeres, favorecida por la utopía romántica, según ha constatado Iturbide. “La utopía romántica consigue, por ejemplo, que las mujeres, por ‘amor’, releguemos a un segundo plano nuestras carreras profesionales y que los hombres trabajen remuneradamente, incluso en condiciones de riesgo, como en las minas, para lograr el sostén económico familiar”, señala Rut Iturbide, cuya tesis doctoral ha sido dirigida por las profesoras María Jesús Izquierdo Benito (Universidad Autónoma de Barcelona) y Patricia Amigot Leache (UPNA) y recibió la calificación de sobresaliente “cum laude”.
El modelo de amor romántico trae consigo una división sexual del trabajo emocional, de forma que hay emociones no solo permitidas, sino también promocionadas, en los hombres y prohibidas en las mujeres y a la inversa. “Por ejemplo, a las mujeres se les permite y anima a llorar para expresar la tristeza, la alegría o la ira, mientras que ellos tienen más limitado acercarse a la tristeza y/o al llanto, pero sí son animados a expresar la rabia a través, incluso, de la violencia”, explica.
El amor como elemento clave femenino
Las consecuencias de esta utopía romántica son diferentes en mujeres y hombres y se pueden agrupar, según la autora, en cuatro: la primera de ellas, que el amor sigue teniendo una relevancia mayor para ellas que para ellos. “En las mujeres, el amor es un elemento clave de su existencia —como dice la antropóloga Marcela Lagarde—, es un pilar básico de su identidad —indica Rut Iturbide—. Los hombres, en cambio, disfrutan y sufren el amor, pero este no es absolutamente central en su vida, no es su fuente principal de reconocimiento social, porque tienen otras como el empleo, el deporte, etc.”.
La segunda consecuencia de la utopía romántica actual es que unos y otras esperan algo distinto de una relación; generalizando, podría decirse que “ellos buscan prioritariamente que la relación funcione, mientras que ellas esperan, sobre todo, cercanía sentimental”. “Ellas quieren compromiso, mientras que ellos tienen, dada su socialización, mayor desapego”, añade.
Además, y como tercera consecuencia, este modelo de amor romántico lleva asociada una sexualidad diferenciada para hombres y mujeres. Existe un modelo hegemónico masculino de sexualidad que, supuestamente, se promueve para unos y otras, pero que, de hecho, “está basado en el coito y en aquellas prácticas sexuales que dan gozo a los hombres, que es lo que vemos en las series, las películas y los anuncios televisivos”. “Lo que en realidad tiene lugar es un modelo sexual dual, en el que los varones tienen una sexualidad acumulativa, convertida en símbolo de estatus masculino frente a otros hombres —afirma—, como podemos comprobar, por ejemplo, en la serie ‘El Barco’ con el actor Mario Casas en su papel de Ulises. En este modelo, las mujeres, supuestamente, pueden mantener relaciones sexuales con quienes quieran, pero, en realidad, se les permiten tenerlas dentro de vínculos afectivos”.
Todo ello da lugar a la cuarta consecuencia de este modelo amoroso, según afirma la autora basándose en la socióloga y escritora Eva Illouz, con quien ha trabajado: el dominio por parte de los varones de los denominados “mercados matrimoniales”. “Ellos controlan las reglas de estos mercados matrimoniales, pues poseen más recursos —económicos, sociales y sexuales— que ellas, permanecen más tiempo en dichos mercados y, por tanto, tienen más mujeres para elegir, lo que explicaría en ocasiones la dependencia emocional estructural en las mujeres y la violencia que los hombres pueden ejercer contra ellas”, comenta.
Ante este modelo, las mujeres tienen tres opciones, a juicio de Iturbide y otras autoras. “La primera, adecuarse a los requisitos exigidos por el mercado matrimonial y el campo sexual y aceptar su posición dentro de ellos; la segunda, optar por ‘la sexualidad acumulativa’ como un estilo de vida emancipado, respondiendo e imitando a los varones, que obtienen el poder por ese medio, y asumiendo las consecuencias que esta práctica tiene para las mujeres; y la tercera, la única que consideramos adecuada frente al desapego ajeno, es un mayor desapego propio; esto es, construir una identidad en la que el amor sea importante, pero no nos invada la existencia, como dice la profesora y formadora de género Elena Simón, en la que tengamos otros ámbitos donde conseguir reconocimiento social y donde las mujeres trabajemos para conectar con emociones que nos han sido prohibidas, algo que es clave no sólo para la prevención de la violencia de género, sino también para la tenencia de una vida propia”, concluye.
Breve currículum
Antes de doctorarse, Rut Iturbide Rodrigo se licenció en Derecho y se diplomó en Trabajo Social en la Universidad Pública de Navarra, en cuya Facultad de Ciencias Humanas y Sociales trabaja desde 2006. Experta en género y técnica de Igualdad, Rut Iturbide investiga temas de género y violencia contra las mujeres, además de la exclusión social y los procesos de integración. Ha participado en proyectos de investigación y estudios para diversos organismos, como el Ayuntamiento de Pamplona y el Gobierno de Navarra; ha tomado parte en proyectos nacionales para Emakunde, Cáritas, FOESSA y otras entidades; y, a nivel internacional, ha desarrollado investigaciones en Mozambique y Suiza y en el proyecto europeo interuniversitario Daphne.