La evolución de la Ética del Trabajo Social en España acumula un retraso de aproximadamente dos décadas en relación a países como Estados Unidos. Así lo constata el investigador de la Universidad Pública de Navarra (UPNA) Francisco Idareta Goldaracena, que ha dictado la conferencia inaugural en la XI Reunión Científica de la Escuela Universitaria de Trabajo Social “Nuestra Señora del Camino” de la Universidad de León, celebrada en la ciudad del mismo nombre bajo el título “Ética, transparencia y calidad de las profesiones sociales. Debates y buenas prácticas”.
“La Ética es fundamental en la humanización del Trabajo Social —ha afirmado Francisco Idareta en su conferencia, titulada “Siglo y medio de compromiso ético del Trabajo Social (1861-2016): estudio comparativo entre el ámbito internacional y nacional”—. Desde que iniciase su andadura como profesión, ha quedado constancia del compromiso ético del colectivo de profesionales del Trabajo Social en las respuestas que han venido ofreciendo a los conflictos y dilemas éticos surgidos en su trabajo en cada época”.
Tres dimensiones éticas
En la conferencia, Idareta, que ha dado cuenta de sus últimas investigaciones, como la relativa a la periodización de la historia de la Ética del Trabajo Social, ha destacado que “asistimos a un período esperanzador en el que las tres dimensiones de la ética profesional —teleológica, deontológica y pragmática— se entrelazan por vez primera en España y se comienza a tomar conciencia de la importancia de su interrelación”.
La dimensión teleológica es aquella más general que estudia los fines, valores y principios de intervención social; la deontológica se centra en las normas y deberes de los códigos deontológicos; mientras que la pragmática es la más práctica y, por ello, más complicada, al analizar éticamente las consecuencias concretas de la intervención social.
“Del mismo modo que ha sucedido con otras disciplinas, la Ética del Trabajo Social puede iniciar completa su andadura, aunque todavía se requiera de un mayor análisis y desarrollo de la dimensión pragmática”, ha apuntado.
Idareta ha señalado que existen metodologías diferentes para la resolución de dilemas éticos y que, gracias a las investigaciones de la profesora de la UPNA María Jesús Úriz Pemán, se conocen en la actualidad algunas de las más importantes para el Trabajo Social. “Pese a que en 2002 Francisco José Bermejo fue el primer investigador en proponer en lengua castellana una metodología para la toma de decisiones éticas, debemos a la profesora Úriz la introducción en España de un gran número de ellas, con todo lo que representa para la intervención social, en la que los dilemas éticos son tan numerosos”, ha indicado.
Paternalismo y principialismo
Durante su lección inaugural, Idareta ha subrayado que, aunque el Trabajo Social tuvo en sus inicios en España y el mundo “una orientación claramente moralizadora”, “en nuestro país el paternalismo ha predominado hasta aproximadamente la mitad de la década de los 60, mientras que, internacionalmente, lo que preponderaba por esas mismas fechas era el paternalismo benigno y el antipaternalismo benigno, tendencias que no se iniciaron en España hasta finales de la década de los 90”.
Estas conductas (paternalismo y antipaternalismo benigno), excepcionalmente permitidas a los profesionales del Trabajo Social en sus códigos deontológicos, basculan sobre el dilema característico de esta disciplina: el principio de autonomía y el de bienestar. El paternalismo benigno, según Idareta, se define como aquella intervención social en la que el profesional se centra exclusivamente en primar el bienestar del usuario, pese a que considera la autonomía como finalidad, mientras que, en el antipaternalismo benigno, se potencia prioritariamente la autonomía, aunque se contempla el bienestar del usuario como alcanzable por sí mismo.
Junto con el paternalismo, otro de los fenómenos que más ha influido en la profesión durante los últimos 25 años es la tendencia del colectivo de profesionales del Trabajo Social hacia el principialismo ético, que se remonta a finales de los años 80, a partir de la introducción en España de los principios de la bioética por parte de Diego Gracia, y supone “una visión muy deontologista de la moral profesional”.
Necesidad de formación ética
Este retraso de la Ética en España se explica en parte por el aislamiento internacional de los primeros años del franquismo, que desvinculó a las escuelas españolas de Trabajo Social de las internacionales. “En el exterior ya se promovía por entonces la profesionalización del Trabajo Social, frente a una asistencia social en España con escasa preparación y organización profesional”, ha añadido.
No obstante, Idareta detecta que, “en España, a partir de la década de los 80, el Trabajo Social fue capaz de establecer contacto permanente a nivel internacional ante una problemática común: las negativas consecuencias que acarreaba la burocratización de los Servicios Sociales para el Trabajo Social, algo que provoca que prevalezcan las funciones de gestión de recursos frente a las de ayuda; España, pese a las carencias, supo conectarse a la reflexión internacional en esta y otras materias”.
Por todo ello, este experto considera que se debe “seguir sensibilizando al colectivo de profesionales sobre la importancia de la ética profesional”. “Gracias a la Ética, el Trabajo Social se ha regulado, organizado y humanizado desde su fundación y los actuales y numerosos dilemas éticos, tan característicos de la intervención social, exigen hoy más que nunca la mejor preparación del colectivo de profesionales del Trabajo Social y disciplinas afines”, ha concluido.