¿Es un lujo en estos tiempos la inversión pública en cultura? Esta era la cuestión que formuló ayer en el Parlamento de Navarra la tercera sesión del Ciclo Conversaciones/Solasaldiak, y los tres ponentes invitados coincidieron en que la valorización pública de la cultura, lejos de un lujo, es una necesidad porque la cultura está estrechamente vinculada con la propia identidad de un país y su abandono acarrea consecuencias negativas.
Ejerció de moderadora Marta Rodríguez Fouz, profesora de Sociología de la Universidad Pública de Navarra –organizadora del este ciclo financiado por el Parlamento-, que puso de entrada sobre la mesa algunos de los grandes temas que rodean hoy día al hecho cultural, la propia definición de cultura, la ley de mecenazgo, el IVA cultural, la inversión pública, la LOMCE y el valor social que se le concede a la cultura, entre otros. De todo ello hablaron los tres ponentes invitados: César Antonio Molina, exministro de Cultura y actualmente director de Casa del Lector, el nuevo centro que la Fundación Germán Sánchez Ruipérez inauguró en Matadero Madrid en 2012; Juan Barja, director del Círculo de Bellas Artes de Madrid; y Maitena Muruzabal, productora y directora de cine.
Fue precisamente esta última la primera que formuló una de las ideas que sobrevolaron a lo largo del debate, y en la que mostraron acuerdo desde sus respectivas posiciones el resto de los ponentes. “Un país necesita de la cultura para entenderse a sí mismo”, dijo.
Maitena Muruzabal habló también de sus distintas experiencias como creadora y productora para concluir que en el mundo del cine la financiación privada resulta complicada si no existe un apoyo público. “Es difícil generar industria si desde las instituciones públicas no se apuesta por ello. Y tenemos casos cercanos que nos reafirman en esta opinión, me refiero a Argentina, donde las políticas públicas favorables han dado a su cine un nuevo vigor y una proyección internacional”.
Más allá de un objeto de consumo
Juan Barja, por su parte, se mostró muy crítico con las políticas públicas en el ámbito de la cultura, cuyo concepto desligó del consumo y de los procesos productivos. “Hay una gran confusión terminológica en torno a la cultura, no es un producto ni la guinda que se pone al final, no, la cultura es en lo que estamos, es el Derecho, es la educación, es algo importante porque permite todo lo demás, la propia idea de la Unión Europea es una idea cultural, cultura es todo aquello que no se consume, por eso podemos seguir leyendo a Sófocles”.
Sobre la inversión pública en cultura, Barja recordó que, desde el punto de vista del Derecho, “vivimos en un sistema de propietarios y el acuerdo es que nosotros pagamos impuestos para que nos reviertan; pero desde hace unos años esto no es así, pagamos impuestos para dárselo a instituciones que cobran por tenerlo; esto es ilegal –aseguró-, porque se está haciendo sin haber reformado las bases del derecho de propietarios; por tanto, desde esta perspectiva, me parece ridículo hablar de si se puede o no subvencionar la cultura”.
El exministro César Antonio Molina abundó en estas ideas y advirtió de que “si no hay cultura, la democracia peligra, pues es como si se le extrajeran varias columnas al edificio; muchas de las cosas que nos están pasando es por este abandono de la cultura, no hay país sin identidad cultural, y si no somos capaces de entender esto acabaremos mal; yo no me imagino al ministro de Hacienda alemán hablando mal de su cine, ni al francés, ni al italiano”.
Molina añadió que cuando se habla de cultura, “hablamos de la manera de entender la vida de un país” y reforzó su planteamiento citando a Eliot, “La cultura es aquello que hace de la vida algo digno de ser vivido”, y también a Víctor Hugo, “La ignorancia es peor que la miseria”.