Salta al contenido principal

zoom Imagen de la sesión. De izda a derecha Jordi Llovet, Carlos García Gual, Juan Carrasco, Mercedes Chacón y Eloísa Ramírez.

Imagen de la sesión. De izda a derecha Jordi Llovet, Carlos García Gual, Juan Carrasco, Mercedes Chacón y Eloísa Ramírez.

El ciclo “Conversaciones 25 Solasaldiak”, organizado por la Universidad Pública de Navarra en colaboración con el Parlamento de Navarra, concluyó ayer con la mesa redonda “El valor de las humanidades: presente y futuro”, en la que varios expertos reflexionaron sobre el lugar que estas disciplinan ocupan en la educación del siglo XXI. Todos coincidieron en la necesidad de una universidad que interrelacione las disciplinas científicas y tecnológicas con las humanísticas, tal y como están haciendo en el MIT, las universidades de Berlín o Colonia, donde los equipos interdisciplinares son los que están generando nuevas ideas y proyectos.

Esta última sesión, presentada por la vicerrectora de Proyección Social y Cultural de la UPNA, Eloísa Ramírez, estuvo coordinada por Juan Carrasco Pérez, catedrático emérito de Historia Medieval de la Universidad Pública de Navarra. En la mesa redonda intervinieron además Carlos García Gual, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid; Jordi Llovet, catedrático emérito de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Barcelona; y Mercedes Chacón, exdirectora general de Formación y Orientación Universitaria del Ministerio de Educación.

Mercedes Chacón centró su intervención es aspectos como la gestión universitaria y la rentabilidad de las humanidades, de las que “la sociedad no puede prescindir porque son los pilares de lo social”, pero que “tampoco podemos abstraer de la ecuación coste-beneficio”. En ese contexto, defendió la necesidad de “conseguir que las humanidades tengan utilidad social, algo que otras universidades extranjeras ya han sabido hacer”. A modo de ejemplo, se refirió al MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) y a las universidades de Berlín o Colonia, “que no sólo no han prescindido de las humanidades sino que las han unido e imbricado en las disciplinas científicas y de esos grupos están saliendo las mejores ideas y proyectos emprendedores. La intersección arte, ciencia y tecnología creo que es fundamental en el espacio emergente”.


Información y educación


Jordi Llovet, quien en su reciente obra Adiós a la Universidad hace referencia al final del estudio y solvencia de las Humanidades en las aulas y en la sociedad, hizo hincapié en que “a pesar de la desidia secular que existe en España hacia las humanidades (filosofía, filología, historia, literatura, arte) y la cultura en general, creo que éstas ocupan un lugar esencial en la vida universitaria”. Consideró la universidad alemana de principios del siglo XIX, restaurada en Berlín por Humboldt, como el mejor concepto de universidad de los dos últimos siglos: “Era una universidad donde el núcleo central lo constituían las humanidades, que se incardinaban con la ciencia y tecnología; y eso funcionó muy bien en Alemania y se mantiene vivo porque los estudiantes tienen que escoger siempre un número determinado de créditos relativos a disciplinas humanísticas”. En su opinión, la universidad ha cedido un terreno enorme al concepto de técnica, pero ¿quién aborda los problemas esenciales del ser humano —se preguntó—: la Filosofía y, por extensión, todas las disciplinas humanas. Las demás, creo que no lo abordan”.

Carlos García Gual, catedrático de Filología Griega en la Universidad Complutense de Madrid, matizó que al hablar de humanidades “nos estamos refiriendo también a disciplinas como la sociología, la antropología o la lingüística; del concepto de estudios de letras en contraposición a los de ciencia, aunque yo creo que es necesario también impartir en titulaciones humanísticas asignaturas como historia de la ciencia o de la medicina, por poner algún ejemplo”.

A juicio de García Gual, “los planes de educación en este país están renunciando a lo que ha sido la base de la cultura europea Se tiene rápido y fácil acceso a la información, pero información no es educación; la cultura debe servir para educar, y aspectos como la reflexión o la actualización crítica del saber deben propiciarse mediante la educación”. Según manifestó, en los últimos decenios se ha abandonado lo que era la columna vertebral de la cultura europea, cuando deberíamos entender que “estudiar el pasado no es desdeñar el presente sino ampliar la mirada”.

La última parte de la conversación abordó también cuestiones como la empleabilidad de los estudiantes de disciplinas científicas respecto a los de humanidades, “cuyas posibilidades de inserción son más difíciles” —señaló Mercedes Chacón. A su favor, indicó que según distintos estudios “los alumnos de humanidades son más vocacionales, son los estudiantes más activos, los más críticos y los que más se movilizan”. En este sentido, Jordi Llovet puntualizó que “no deberíamos olvidar que la universidad no nació para generar empleo sino que era un institución de saber. La rentabilidad económica no es lo único que debería regir los caminos de la universidad”.