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"Dar el primer paso en voluntariado cuesta... luego piensas que deberías haberlo dado antes"
Javier Bernarte Lecumberri, ingeniero industrial por la UPNA en 2007, optó por el voluntariado en un momento de parón laboral forzoso. Empezó a colaborar en Cruz Roja a principios de 2012, impartiendo talleres de estimulación cognitiva a mayores y como formador en el programa de acogida a inmigrantes (castellano, taller de reciclaje, acompañamiento, etc.)... Ese año también conoció la Fundación Ikaskide-Itaka Escolapios, que se centra en el apoyo escolar a chicos en situaciones de dificultad, y quienes justo querían empezar con un programa de formación para adultos inmigrantes, al que también se sumó.
Desde entonces coordina la formación de adultos de Ikaskide con el programa de acogida a inmigrantes de Cruz Roja Navarra, y las clases las han trasladado a Ikaskide, en donde los usuarios del programa de Cruz Roja se integran con los otros alumnos que también están en situación similar, lo cual resulta más beneficioso para ellos (contactos, redes de ayuda, etc.). Todo esto en continua comunicación con los responsables de Cruz Roja e Ikaskide, es como una especie de sinergia, de la que salen mutuas derivaciones de usuarios, otros cursos, etc.
Describe brevemente el proyecto de voluntariado en el que has participado
He participado durante cuatro meses (marzo-julio 2014) como supervisor técnico de una obra civil de agua y saneamiento, con la delegación de Cruz Roja Española en Perú, en un asentamiento humano a las afueras de Lima. Básicamente la obra consistía en la construcción de dos depósitos de agua, con sus casetas de válvulas y bombeo, y sus cercos perimétricos. La particularidad de este proyecto era su ubicación, entre cerros de gran pendiente, sobre un vertedero clausurado. Uno de los depósitos estaba en la parte baja del asentamiento humano, justo encima del antiguo vertedero, y el otro en uno de los cerros de la parte alta, con un acceso complicado. Además de la propia ejecución de la obra, teníamos bastante trabajo de oficina para actualizar el expediente técnico del proyecto, y eran continuas las coordinaciones con la población, la administración y otras partes implicadas.
¿Qué te llevó a colaborar en el mismo?
Habitualmente colaboro en Cruz Roja Navarra y la Fundación Itaka-Escolapios como voluntario en la formación de adultos inmigrantes, por lo que estoy al tanto de las vacantes que se ofertan desde Cruz Roja. Coincidió que, justo al poco de quedarme en el paro, salió esta plaza de voluntariado internacional. Era una muy buena oportunidad para participar en cooperación, y yo tenía disponibilidad de tiempo, así que solicité la plaza.
¿Qué destacarías de la experiencia que has vivido como cooperante internacional?
Han sido cuatro meses muy intensos, pero la motivación es grande y también te encuentras cómodo, convencido de lo que se está haciendo. La gente es muy atenta contigo, valoran tu dedicación y son muy agradecidos, en especial la población beneficiaria. Además, Perú es un país fascinante, riquísimo y lleno de contrastes (tanto para bien como para mal). En particular, me quedo con el trabajo en contacto directo con la comunidad. Algo muy interesante fueron los talleres de capacitación que dábamos sobre el uso del servicio de agua potable, y especialmente las faenas generales de obra, en donde había que organizar a 270 familias en varias cadenas humanas para llevar material de construcción a lo alto de un cerro. Esto sí que fue todo un reto.
¿Qué consejos darías a alguien que esté pensando en colaborar en este tipo de iniciativas?
Animaría a quien tenga este tipo de inquietudes a que se informe y vea las posibilidades de actuación. Hay muchas opciones (¡aquí mismo, no hace falta irse lejos!) y seguro que encuentra la que mejor le encaja. El primer paso es el que más cuesta, luego te das cuenta de que lo tenías que haber dado antes.