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zoom Cristina Mesquita posa junto a la reproducción del invento diseñado por Da Vinci

Cristina Mesquita posa junto a la reproducción del invento diseñado por Da Vinci

En 1478, el pintor, arquitecto e ingeniero Leonardo da Vinci diseñó los planos del que está considerado como el primer automóvil de la historia o primer robot programable. Su intención era utilizarlo para mover el atrezo en los escenarios, pero el genio italiano nunca llegó a fabricarlo. Más de 500 años después, una estudiante de Ingeniería en Diseño Mecánico del campus de Tudela ha conseguido construir una maqueta que reproduce el invento de Da Vinci, basándose en los bocetos y dibujos que el artista florentino incluyó en el Códice Atlántico. Ha sido su trabajo fin de carrera.

Mientras sus compañeros se rompían la cabeza pensando en un diseño innovador, Cristina Mesquita González ponía sus ojos en un gran maestro del pasado: Leonardo da Vinci. Quería hacer un proyecto fin de carrera diferente y original y encontró en los inventos del gran genio del Renacimiento la fuente de inspiración que buscaba para dar forma a su trabajo.

Entre todas las creaciones del artista florentino, se decantó por el automóvil programable que había diseñado hace más de 500 años y, tras obtener el visto bueno de su tutor, Juan Ignacio Latorre, se puso manos a la obra. “La primera parte del trabajo consistía en construir el vehículo de Da Vinci. Él nunca llegó a montarlo, solo dejó los dibujos. Yo los retomé y me encargué de interpretarlos. Hice un primer diseño con un programa de 3D (Solid Works) y, a partir de ese primer diseño, pasamos a la fase de construcción”.

Para descifrar los bocetos, Cristina recurrió a la bibliografía. Consultó numerosos libros y documentos y visionó el archivo digitalizado del Códice Madrid de Leonardo da Vinci que se conserva en la Biblioteca Nacional, así como diversos fragmentos del Códice Atlántico. La parte más difícil fue encontrar la funcionalidad de algunas de las piezas que aparecían en los dibujos. “Había elementos que no sabíamos para qué servían y lo que más nos costó fue desentrañar su significado. Cuando lo conseguimos, volvimos a hacer un diseño y a partir de esa plantilla, elaboramos el rediseño final en 3D”.

Dedicación absoluta

Cristina se volcó totalmente en su proyecto. Desde primera hora de la mañana acudía a los talleres de la Universidad para construir la maqueta. “El técnico del taller, Ángel Jaraba, me ayudó muchísimo. Trabajamos diferentes técnicas para conseguir que el vehículo tuviera las cualidades de la época y, al mismo tiempo, introdujimos varias mejoras. No queríamos perder la esencia del invento, pero necesitábamos que funcionase”.

La maqueta tiene unas dimensiones de 50 x 40 cm y es de madera. “Utilizamos dos maderas diferentes, nogal y fresno, para ajustarnos a los materiales de la época. El mecanismo es sencillo: para que se desplace simplemente hay que cargarlo. También le incorporamos un pequeño freno”. Reconoce que cuando comprobó que el carro se movía de forma autónoma, sintió una gran emoción. “Estuve trabajando en el proyecto desde septiembre hasta finales de enero y, cuando vi que funcionaba, me ilusioné. Es verdad que he metido muchas horas, pero como el tema me apasionaba, no se me hizo tan duro. Había leído mucho sobre Leonardo da Vinci y, aunque gran parte de sus inventos se centraron en el armamento, también diseñó un gran número de máquinas ingeniosas, entre ellas, el carro automotor que he construido. Me gustó desde el primer momento y me pareció un buen proyecto para llevarlo a cabo”.

El esfuerzo y el tiempo que ha dedicado Cristina a su proyecto fin de carrera han valido la pena. El jurado le otorgó un 10. “A la presentación del proyecto vino mucha gente: amigos, familiares e incluso el técnico del taller, que no suele asistir a este tipo de actos, porque se pone nervioso. Yo iba muy tranquila. Solo tenía que explicar lo que había hecho. Además, no tengo problemas para hablar en público. Preparé unos vídeos y les presenté el trabajo de forma sencilla, para que lo pudieran entender, pero intentando que a la vez tuviera una dimensión técnica”. La maqueta se quedado en la Escuela de Ingeniería en Tudela, que ya puede alardear de contar con un “da Vinci” en su campus.

Comercializar la maqueta

Para completar su proyecto, Cristina le dio un enfoque comercial. Además de construir la réplica, creó una maqueta de modelismo del carro automotor al estilo de los kits de reproducciones navales o de combate tan demandados por los coleccionistas. “La idea es venderla por fascículos o como maqueta, así que hemos diseñado la caja de la maqueta con todos los elementos necesarios para su montaje, desde las piezas troqueladas hasta los dibujos e instrucciones para su reproducción. El enfoque es hacia un público más profesional, de hecho, la maqueta tampoco es tan pequeña”.

Por ahora, no ha recibido ninguna oferta para comercializar su kit de carro automotor, pero seguirá intentándolo. Mientras, está trabajando en una empresa de Tudela con un contrato de prácticas de un año de duración. Su ilusión es dedicarse al diseño 3D, al diseño de componentes. Y todo parece indicar que lo logrará. No todo el mundo puede presumir de haber construido un invento de Leonardo da Vinci.