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Catálogo de Publicaciones de la Universidad Pública
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César Layana Ilundáin
Elecciones generales en Navarra (1876-1890)
ISBN: 84-95075-17-2
402 págs.; 17 x 24 cms.; Pamplona, 1998
Colección Historia, 2
16,23 euros
Este libro es un instrumento
importante para conocer las actitudes y comportamientos políticos
de los navarros en el periodo del sufragio censitario de la Restauración,
y para conocer en qué medida cambiaron las pautas electorales
con respecto a los periodos anteriores y posteriores. El autor
ha desvelado la lógica interna del sistema electoral, basada
en la armonización de los intereses de la Diputación,
de los distritos y de los propios candidatos.
Presentación: “Elecciones generales en Navarra
(1876-1890)”
Este libro es un instrumento importante para
conocer las actitudes y comportamientos políticos de los
navarros en el periodo del sufragio censitario de la Restauración,
muy poco abordado por la historiografía, y también
para conocer en qué medida cambiaron las pautas electorales
con respecto a periodos anteriores y posteriores, lo que hace
de él una obra de consulta de imprescindible consulta para
interpretar la historia contemporánea del último
siglo y medio.
El autor, doctor en Historia por la Universidad
Pública de Navarra, ha desvelado, a partir de las elecciones
generales y su contraste con las provinciales, la lógica
interna del sistema electoral, basada en la armonización
de los intereses de la Diputación, de los distritos y de
los propios candidatos. Más allá de la manipulación
de los comicios propia del caciquismo de la Restauración,
también vigente en Navarra, ha descubierto las dinámicas
políticas propias de cada distrito, más ricas de
lo que se ha considerado habitualmente.
Índice: “Elecciones
generales en Navarra (1876-1890)”
Índice 7
Abreviaturas 9
Prólogo 11
Introducción 17
I. Navarra: El marco socio-económico 29
Una población estancada 31
Una economía agraria 39
La crisis finisecular 39
La estructura de la propiedad de la tierra 44
La industria en Navarra 48
¿Una sociedad sin tensiones? 51
Ruralismo y analfabetismo 51
La difícil pervivencia del euskera 55
Religiosidad: El papel del clero 57
Los conflictos sociales 57
II. Las elecciones generales en Navarra
entre 1876 y 1890 63
La legislación electoral 65
Los distritos electorales 67
El censo electoral 78
La regulación del procedimiento electoral 93
Los partidos políticos 95
Los partidos dinásticos 98
El republicanismo 107
El carlismo 111
Los éuskaros 116
Las elecciones generales de 1876 125
Elecciones parciales de 1876 y 1877 143
Las elecciones generales de 1879 151
Las elecciones generales de 1881 168
Elecciones parciales de 1883 193
Las elecciones generales de 1884 204
Elecciones parciales de 1885 226
Las elecciones generales de 1886 230
La elección parcial de 1889 en el distrito de Tafalla 263
III. Comportamientos electorales de los navarros (1876-1890):
Una interpretación 267
Comportamientos electorales en Navarra: un análisis
por distritos 269
La Diputación ante la elecciones: intervención e
influencia 298
Las diputaciones provinciales en el marco de la política
provincial 298
La intervención de la Diputación en las elecciones
legislativas 301
Los ofrecimientos a la Diputación 305
El intercambio de favores personales 307
La gestión de los intereses de la Diputación 310
Aproximación a los comportamientos de los electores 327
Dios y fueros 334
Los ferrocarriles 340
El cobro de suministros 342
La nueva división de partidos judiciales 343
La representación navarra en Cortes: una caracterización
de conjunto 345
Los parlamentarios navarros 345
La representación en Cortes en relación con los
diputados navarros 353
Inserción de los parlamentarios navarros en la élite
política del XIX: 355
Continuidades y discontinuidades 355
Conclusiones 359
Fuentes y bibliografía 371
Índice onomástico 389
Prólogo: “Elecciones generales en Navarra (1876-1890)”
por Ángel García-Sanz Marcotegui
Universidad Publica de Navarra
Por fortuna cada vez tienen menos sentido las lamentaciones sobre
la escasa atención que la historia contemporánea
de Navarra merece a los historiadores. A partir de mediados de
los ochenta han aparecido trabajos de investigación e incluso
revistas especializadas, y se han celebrado Congresos dedicados
monográficamente o en parte a los siglos XIX y XX, que
han contribuido a ensanchar significativamente nuestro conocimiento
de ambas centurias. Como es lógico, el interés hacia
los distintos periodos o temas ha sido muy desigual. Algunas etapas,
por ejemplo la isabelina y el denominado Sexenio Democrático,
permanecen todavía en la penumbra, mientras que alguna
otra, como a la II República, se le han dedicado ya varias
tesis doctorales. Por otra parte, quizás la historia política
ha interesado más que la historia social y dentro de ella
no pocos investigadores se han inclinado por el estudio de las
pautas políticas de los navarros a través del análisis
de las sucesivas elecciones.
En efecto, la publicación en 1985 del trabajo de Mª
Cruz Mina significó el inicio de los estudios electorales
sobre Navarra. Poco después vinieron los elaborados bajo
la dirección de Ignacio Oláberri Gortázar,
dedicados como el anterior a las elecciones generales del periodo
del sufragio universal de la Restauración, de cuya convocatoria
de 1931 se encargó Ana María Serrano Moreno. En
cuanto a las elecciones provinciales yo mismo me ocupé
de ellas sin olvidar las efectuadas entre 1877 y 1890 y también
lo hice con las municipales de Pamplona entre 1890 y 1923. Por
su parte, Juan Jesús Virto Ibáñez analizó
las elecciones municipales del 12 de abril en toda Navarra.
En este contexto, se echaba de menos un trabajo sobre la primera
parte de la Restauración cuando, excepto en la elecciones
de 1876 y en las parciales de este año y 1877 en Tudela,
estuvo vigente el sufragio censitario. Este vacío historiográfico
afectaba también en buena medida al resto de las comunidades
autónomas, lo que acrecienta el interés de la tesis
doctoral de César Layana Ilundáin, ya que supone
una contribución importante para el conocimiento general
de dicha etapa.
En su trabajo, que en este libro se recoge sólo en parte
(se ha prescindido de sus análisis electorales del Sexenio
Democrático y de las biografías de los parlamentarios),
hace un estudio exhaustivo de las fuentes disponibles. Entre ellas
destaca una documentación poco o nada utilizada hasta ahora,
la correspondencia entre los distintos candidatos y la Diputación,
que le permite llegar a conocer mucho mejor el sistema político
de la Restauración en esta etapa.
Un apartado obligado, pero al que César Layana presta una
gran atención y por ello obtiene más resultados
de los que cabría esperar, es el que dedica a la legislación
electoral. En cuanto a los distritos electorales da cuenta de
la confusa configuración de los situados en la zona occidental
de la provincia a partir de la ley de 1871. En el partido judicial
de Pamplona aparecen los distritos de Baztán, Olza sin
continuidad geográfica y con ayuntamientos del distrito
de Estella (Abárzuza, Améscoa, Guesálaz,
Yerri, etc.) agregados al segundo, y el de Pamplona con una tan
peculiar configuración geográfica que hace difícil
averiguar las razones de esta distribución. El autor apunta
a que quizás se quiso repartir las comarcas de influencia
carlista en varios distritos, pero también señala
otra posibilidad: se buscaría equilibrar demográficamente
a los siete distritos uninominales resultantes. Ahora bien, prosigue,
de ser este el último objetivo el que primó en la
formación de estos distritos no se explicaría por
qué no se buscó una organización territorial
más cohesionada. Sea como fuere, cuando en 1878 se creó
la circunscripción de Pamplona con los tres distritos se
mantuvo en ella a las secciones de Estella y Aoiz (Aézcoa,
etc.) que pertenecían a Olza y Baztán, respectivamente,
lo que inclina a pensar que subsistían las razones que
la habían hecho posible unos años antes.
Otro aspecto de la legislación electoral es el de la conformación
de las secciones de cada uno de los distritos electorales en la
ley de 1878. César Layana descubre que en no pocos casos
se designó como cabeza de aquéllas a localidades
situadas muy lejos de su centro geográfico. El significado
y alcance de este proceder no ofrece dudas para él: lo
que se perseguía era la desmovilización electoral.
El análisis riguroso del censo electoral lleva también
a corroborar algunas cosas ya sabidas y sobre todo a añadir
otras más novedosas. Así, confirma que con la ley
de 1878 el número de votantes era mayor en la Montaña
que en la Ribera a consecuencia del desigual reparto de la tierra
(mientras en el distrito de Aoiz el censo suponía en 1879
el 9,1 de la población, en el de Tudela era sólo
del 5,1%) y repara en el reducido censo de las dos poblaciones
más importantes de la provincia, Pamplona y Tudela (3,1
y 2,9%, respectivamente), que veían limitada así
su influencia en las elecciones. De esta forma, el voto urbano
(reducido casi a Pamplona) esta infrarepresentado respecto de
las localidades más pequeñas. A todo ello se añade
que el 40% de los votos atribuidos a las capacidades correspondían
a clérigos, más abundantes, además, en la
Montaña que en la Ribera: mientras en la circunscripción
de Pamplona (sin la capital) y el distrito de Aoiz su porcentaje
llegaba al 50%, en los de Estella, Tafalla y Tudela se situaba
en torno al 36%. Un dato particularmente interesante es que con
la ley del sufragio censitario podían votar, al menos en
el distrito de Aoiz y en muchos pueblos del resto de Navarra,
excepto en distrito de Tudela, el 40% de los que lo pudieron hacer
a partir de 1890 con la ley del sufragio universal. Si a esto
añadimos que en las provinciales, a partir de 1882 lo hacían
ya el 75%, es suficiente para representar el habitual énfasis
que se pone en la profundidad de los cambios provocados por la
implantación ley de 1890.
El minucioso recorrido de los resultados electorales sección
por sección en cada convocatoria permite detectar cómo
la participación disminuía o aumentaba en función
de si había uno o más candidatos. De esta forma,
hubo elecciones en las que la abstención llegó a
superar la mitad del censo y en otras se situó entre el
15 y el 20%. Este comportamiento lógico del electorado
se completa con alguna particularidad significativa. En las ciudades
de Pamplona, Tudela y Tafalla –en Estella no en todas las
ocasiones– la abstención es mayor que en la del resto
de sus respectivos distritos. El fenómeno es particularmente
importante en la primera, cuya abstención superaba el 70
e incluso en ocasiones el 85% en este periodo, lo que sumado a
su ya referida menor extensión del censo hacía que
la influencia del voto urbano, el único en el que los liberales
y republicanos tenían un apoyo de cierta importancia en
la circunscripción, fuese mínima.
Importa resaltar que el panorama político navarro del momento
presentaba algunas singularidades, pues, aunque el republicanismo
era muy débil, a los partidos del Turno se añadía
la presencia del carlismo y de los éuskaros. Ciertamente
el primero optó por el retraimiento en las elecciones generales
y los segundos, por diversas razones y a diferencia de lo que
hicieron en las provinciales, tampoco llegaron a presentar candidatura
a estos comicios. Con todo, el funcionamiento del sistema político
de la Restauración en Navarra era muy complejo porque uno
y otro tipo de convocatoria estaban profundamente imbricados y
por tanto carlistas y éuskaros influían directamente
en aquéllas.
Este trabajo supone un sustancial avance para conocer cómo
se articulaba el entramado político de entonces. A este
respecto, aunque no las vamos a reseñar, uno de los logros
de César Layana es su análisis de la dinámica
propia de cada distrito en cada convocatoria. El estudio pormenorizado
de las campañas ha permitido comprobar que las lacras propias
del sistema electoral de la época derivadas del caciquismo,
las relaciones clienterales y de patronazgo y las coacciones de
los distintos aparatos oficiales del Estado tenían plena
carta de naturaleza en Navarra. No obstante, también ha
podido probar, contrastando su información con los resultados
ya conocido de las elecciones provinciales, que el funcionamiento
del sistema obedecía a una lógica interna basada
en la armonización de los intereses de la Diputación,
de los distritos y de los propios candidatos. Por tanto, la maquinaria
política y los mecanismos del poder no se limitaban al
simple “encasillado” desde arriba sino que tenían
que atender a una amplia gama de intereses de los electores, que
los defendían con los medios a su alcance (reuniones de
representantes de ayuntamientos, mediación de personajes
de influencia, etc.). La situación se tornaba mucho más
compleja cuando dentro del distrito surgían desavenencias
porque unas comarcas o unas localidades querían obtener
beneficios y reclamaban obras publicas (por ejemplo, la construcción
de ferrocarriles) u otras ventajas (ser designadas cabeceras de
partidos judiciales, etc.). Los éxitos o fracasos de estos
últimos en hacer concordar las conveniencias de todos los
interesados vendrían a explicar que, aunque todos los diputados
elegidos eran de los dos partidos del Turno, el 30% de ellos no
pertenecía al que convocaba las elecciones. Por tanto,
el margen de maniobra de los candidatos no ministeriales era relativamente
importante.
Una peculiaridad de estas elecciones generales es el protagonismo
que tenía en ellas la Diputación. Conscientes del
control que ejercían sobre los municipios, por las competencias
que le estaban reservadas en la Ley de Modificación de
Fueros de 1841, los candidatos procuraban por todos los medios
contar con su apoyo para lograr el éxito. Su concurso no
era requisito imprescindible para conseguirlo, pero tener a la
Corporación o a una parte de ella en contra lo dificultaba
extraordinariamente. Como consecuencia de ello, probablemente
más que en cualquier otra provincia, en Navarra se daba
la circunstancia de una cierta supeditación y dependencia
de la representación en Cortes de la Diputación,
a lo que contribuía de forma notoria el carácter
de depositaria de la función de salvaguardia de los fueros
que aquélla se había autoasignado.
Precisamente la necesidad exigida a los candidatos de que defendiesen
el régimen foral explica que no hubiese diputados “cuneros”
y que todos aquellos se proclamasen fueristas sin tacha. Con todo,
aunque las protestas de defender la foralidad eran generalizadas,
se advierte un mayor o menor énfasis en mantener este compromiso
que al ser asumido por todos en buena parte se reducía
a declaraciones formales sin mayor trascendencia.
En definitiva, este libro es un instrumento importante para conocer
las actitudes y comportamientos políticos de los navarros
en el periodo del sufragio censitario de la Restauración
y además posibilita avanzar en el conocimiento de estos
aspectos en el del sufragio universal. Su interés estriba
en que permite conocer en qué medida cambiaron las pautas
de los navarros antes y después de la implantación
de este último, lo que hace de él una obra de imprescindible
consulta para tratar de interpretar correctamente la historia
de Navarra en el último siglo y medio. Y ello porque plantea
como el funcionamiento del sistema liberal, a la vez que se atenía
a las pautas generales de toda la monarquía, en Navarra
presentaba unas peculiaridades derivadas de la persistencia de
su régimen foral y del consiguiente papel de la Diputación.
Para finalizar estas líneas solo me queda hacer algunas
consideraciones de tipo personal. Para mi constituye una gran
satisfacción poder prologar este libro por dos razones.
La primera, porque conozco desde hace tiempo el buen hacer investigador
de César Layana y no puedo menos que alegrarme de que sus
trabajos puedan ver la luz. La segunda porque el libro responde
a la primera de la que esperamos sea una larga serie de tesis
doctorales de historia contemporánea del Departamento de
Geografía e Historia de la Universidad Pública de
Navarra.
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