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Ana Aliende Urtasun
Elementos fundantes de la identidad colectiva navarra. De la diversidad social a la unidad política (1841-1936)
ISBN: 84-95075-24-5
142 págs.; 17 x 24 cms.; Pamplona, 1999
Colección Ciencias Sociales, 3
12 euros
La identidad colectiva navarra es fruto de un
tiempo, de un país y de una región muy concretos:
la España y la Navarra de finales del siglo XIX. Además,
la identidad colectiva navarra, en sus elementos fundantes, en
su mantenimiento y en su reproducción sólo fue posible
por el papel jugado por una institución específica
y concreta, la Diputación.
Presentación: “Elementos fundantes de la identidad colectiva navarra. De la diversidad social a la unidad política (1841-1936)”
Hablar de identidad
desde una perspectiva sociológica es conocer cómo
los individuos, grupos, comunidades construyen sus existencias
y les otorgan sentido.
En el presente texto se analiza, en concreto, cómo se dan
estos procesos en la comunidad de Navarra: desde qué instancias,
por quién y para qué.
Retrata del modo en que en lo político, lo económico
y lo social se articulan bajo un orden simbólico, el de
los fueros, en concreto, que hace factible, en última instancia,
que los individuos perciban como legítimo el orden social.
La identidad colectiva navarra es fruto de un tiempo, de un país
y de una región muy concretos: la España y la Navarra
de finales del siglo XIX.
Además, la identidad colectiva navarra, en sus elementos
fundantes, en su mantenimiento y en su reproducción, sólo
fue posible por el papel jugado por una institución específica
y concreta. La Diputación.
ANA ALIENDE URTASUN es doctora en Sociología.
En la actualidad profesora del Departamento de Sociología
de la Universidad Pública de Navarra.
Índice: “Elementos fundantes de la identidad colectiva navarra. De la diversidad social a la unidad política (1841-1936)”
Prólogo 11
Introducción 15
La especificidad y los límites de la investigación
23
Del estudio de la sociedad
a la introducción del actor social 23
Las representaciones sociales. El agente socializado. Cuestiones
teóricas y consecuencias metodológicas 29
De lo social a la intersubjetividad 29
El problema de las representaciones sociales 32
Dimensiones del conocimiento práctico 34
Identidad colectiva 38
Objeto y objetos de investigación 41
Aspectos de la estructura social navarra
49
La producción fundacional de las representaciones
sociales de los fueros 65
La referencia fundamental: la ley de fueros de
16 de agosto de 1841 67
Las controversias en la interpretación de los fueros 71
El carácter traumático de la crisis socioeconómica
81
La gamazada: momento y mito fundacionales 85
La institucionalización 93
La defensa foral de la Diputación 95
Competencias y entramado institucional 99
Las pugnas por la singularidad 106
Identidad colectiva navarra 111
Representaciones sociales de los fueros e identidad
colectiva navarra 113
Las amenazas de división interna y del Estado 114
El pasado mítico-histórico de los fueros y la ley
de 1841 119
La naturalización del orden social: la importancia de la
religión 122
La religión en la producción fundacional de las
representaciones sociales de los fueros 123
El tejido social de la religión: su papel en la institucionalización
126
A modo de conclusión 131
Bibliografía 135
Prólogo: “Elementos fundantes de la identidad colectiva navarra. De la diversidad social a la unidad política (1841-1936)”
por Alfonso Pérez Agote
Universidad del País Vasco
A quienes seduzca el análisis de ese objeto tan difícil
de atrapar que es la identidad colectiva el caso navarro tiene
que interesarles de forma muy especial. Porque la identidad colectiva
navarra es un fenómeno social de innegable gran fuerza
pero también de notable debilidad.
Su fuerza social se manifiesta en que atraviesa todo el acontecer
de la vida pública, de la vida política de Navarra
y en que, incluso, penetra todas las cristalizaciones políticas,
los partidos políticos, introduciendo en ellos un componente
especifico de identidad colectiva.
Llamémosle navarrismo a este componente que produce en
el interior de los partidos de ámbito más amplio
que el navarro una diferenciación cierta, provocando tensión
interna o, en algún caso, el nacimiento de una nueva organización
más navarrista. Pensemos en la derecha navarra, por ejemplo,
y tendremos ante nuestros ojos la historia de amor y desamor entre
la derecha española navarrista (AP y PP de Navarra) y la
derecha navarra españolista (UPN). En sus relaciones se
combinan y disputan primacías entre diferentes maneras
de ser navarro, navarrista, español y españolista.
En ambos casos eran navarristas y españolistas, pero el
fuerte peso del navarrismo determinó la creación
de un navarrismo españolista autóctono, y autocentrado.
Pero podemos pensar también en estos términos en
el otro extremo del espectro: quienes lideraban en Navarra HB
fueron pilares fundamentales en el debate que se produjo en el
seno de esta organización entre quienes propugnaban por
participar en las instituciones de nivel más alto que el
municipal y quienes se negaban a participar en instituciones que
no reconocían la personalidad total de Euskalherria. Los
navarros de HB tuvieron más interés en participar
en el Gobierno-Diputación de Navarra que los radicales
nacionalistas de la CAV en participar en las Diputaciones y el
Gobierno vascos. Esto parece querer indicar que la Diputación-Gobierno
tiene en Navarra una entidad social, incluso para los vasquistas-nacionalistas
radicales, más allá de lo que sea políticamente
hablando. Es decir, que todos los navarros son navarristas y hacen
su navarrismo compatible con una identidad colectiva política
de ámbito más amplio, español o vasco. Y
quiere decir también que para todos la Diputación-Gobierno
tiene sentido y legitimidad en el nivel que corresponde al navarrismo.
Pero este nivel no es el nivel final político: éste
para unos es el real Estado Español y para otros es el
futuro Estado Vasco. Por esta razón tan específica
(el navarrismo existe y es en cierta medida común pero
no implica el límite final de la identidad política,
sino que siempre supone una identidad política de tipo
más amplio) es por la que afirmo que el navarrismo no es
nacionalismo, al menos en sentido estricto.
Y esto es, precisamente, a lo que llamo su debilidad. El navarrismo,
a pesar de atravesar con fuerza todo el espectro simbólico-ideológico-político
y de alcanzar un alto grado de institucionalización-objetivación
en la Diputación-Gobierno, no es capaz de unificar a los
navarros más allá de los otros componentes de la
ideología y de la identidad políticas. El nacionalismo
cuando alcanza el nivel de un universo político triunfante
(con éxito, hubiera dicho Weber parafraseando su propia
definición de Estado) transforma a la comunidad de creyentes
(parafraseando a Durkheim cuando entiende a la sociedad totémica,
de argamasa exclusivamente simbólico-religiosa, como comunidad
de creyentes es decir, como iglesia) en nación. He aquí
el carácter preformativo de las definiciones sociales de
realidades colectivas.
Se ha dado alguna estrategia política que basada en la
idea de la fortaleza de la identidad navarra, del navarrismo,
se ha aventurado ha hacer una definición nacionalista del
navarrismo. Una definición tenuemente nacionalista pues
por necesidad tenía que incorporar por lo menos bicultural
de Navarra. No ha tenido excesivo éxito social. Pero ello
no implica que siempre tenga que ser así. La identidad
no es cosa de metafísica. Es algo más humano, es
cosa de éxito. Y el éxito es cosa de mecanismos
potentes de difusión a partir de una cierta plausibilidad
social.
Si aceptamos este planteamiento podemos entonces formular la pregunta
a la que el trabajo que el lector tiene en sus manos trata de
responder o, al menos, de aportar elementos para la respuesta.
¿Cómo puede una identidad colectiva sin proyección
política autoconcentrada tener tanta fuerza política?
Este libro, a mi parecer, proporciona elementos para argumentar
una respuesta en estos términos: porque este problema político
visible tiene unas raíces sociales que no son tan visibles.
Y quien dice sociales está, siempre, diciendo histórico-sociales.
No se extrañe el lector de ver tanta teoría para
resolver un problema concreto. Sólo así se puede
saber a que problema se está respondiendo. Sólo
así sabemos lo que sabemos. No se trata de alimentar la
cháchara común.
Tampoco se trata de desdeñar ésta, a la que también
podemos llamar sentido común o incluso, más pomposamente,
opinión pública. Muchas veces los teóricos
sociales no hacemos sino desentrañar el significado profundo
de lo que ya se sabe o de lo que es una pregunta que ya está
planteada en la cotidianidad social. ¿Cómo es que
una cosa tan vieja y de la que la gente apenas conoce el contenido
posee tanta capacidad de adhesión política, tanta
capacidad de simbolización de la identidad colectiva? ¿Porqué
son tan importantes los fueros? ¿Cómo es posible
que puedan significar tanto para los navarros? Es la pregunta
por las raíces sociales de lo aparente. Sólo a través
de una sociología histórica de los entramados simbólicos
se puede responder a estas preguntas. Así es la mirada
Ana Aliende. Y este es el entramado: Fueros, Religión,
Diputación.
Cuando miramos el variopinto paisaje autonómico creado
por el café para todos –o ¿cómo conceder
gran autonomía a algunos sin que resulte significante (léase
irritante) para los otros?– de la Transición española,
no podemos menos que reparar en las dificultades de implantación
que tienen algunas comunidades autónomas en función
de la existencia en su interior de identidades locales de fuerte
implantación social. Las comunidades pluriprovinciales
han tenido y tienen que lidiar con las sólidas identidades
provinciales, cuya alteridad es principalmente interprovincial,
para poder hacer significante una nueva identidad política.
E incluso las comunidades uniprovinciales, como Cantabria y Murcia,
tienen que hacerlo con fuertes identidades locales contrapuestas
a la de la capital antes provincial y ahora autonómica.
Esta visión comparada posibilita la comprensión
de la importancia de la existencia de una vieja Diputación
bien anclada socialmente que se mantuvo (y ganó importancia,
comparativamente hablando) durante el centralismo autoritario
de Franco. Por cierto que la otra provincia que mantuvo el privilegio
durante esa época ha visto renacer un cierto foralismo,
un cierto alavesismo como respuesta a la extensión del
privilegio a toda la CAV. Con razón la noción sociológica
de privación relativa. Y con razón también
la reflexión sociológica de que un privilegio deja
de serlo (y decae su valor social, como generador de distinción)
cuando es alcanzado por los que están al lado (aunque su
valor de uso siga siendo el mismo).
Otro ámbito en el que la identidad navarra resulta particularmente
interesante es en el de la pluralidad y la exterioridad de las
definiciones de identidad política excluyente. Ya quedamos
en que el navarrismo no vehicula una definición de Navarra
en términos de Nación. Y en que incluso necesariamente
hace llamada a otra definición nacional excéntrica
y que incluye Navarra en una totalidad más grande. La Comunidad
Autónoma de Valencia presenta, en este sentido, algunas
similitudes: valencianismo, catalanismo, españolismo.
[El caso de Navarra es bien complejo. Tanto más cuanto
que la definición nacionalista vasca que más éxito
tiene es la radical. En otra parte intente mostrar cómo
en Navarra el nacionalismo vasco radical no fue hijo del moderado,
que es el modelo que se dio en Vizcaya y Guipúzcoa, donde
se produjo durante el Franquismo una progresiva radicalización
nacionalista e izquierdista (La reproducción del nacionalismo.
El caso vasco, Madrid, CIS-SigloXXI, 1984). En Navarra, en cambio,
fue la evolución fue la evolución hacia la izquierda
radical de unos determinados sectores de población la que
produjo una adopción especular del radicalismo más
radical existente, el del movimiento obrero nacionalista, de fuerte
implantación en Guipúzcoa. El desarrollo industrial
de los sesenta, fomentado por el plan de la Diputación,
llevó a ciertos sectores sociales de zonas de predominio
ideológico de la Iglesia a emigrar hacia zona industrial,
particularmente la cuenca de Pamplona y la Barranca-Burunda. El
liderato de la Iglesia continuó, pero la Iglesia en las
zonas industriales estaba en pleno proceso de radicalización
ideológica (Cambio social e ideológico en Navarra
(1936-1982). Algunas claves para su comprensión, Revista
Española de Investigaciones Sociológicas, 1989,
nº46, pp.7-21).]
Este libro es un buen cimiento para la comprensión de las
raíces sociales e históricas de la identidad navarra.
Pero es también un buen libro de sociología. De
sociología histórica, en el mejor de sus sentidos,
y de sociología cultural y política. Constituye,
por tanto, un importante capital para la sociedad navarra en general
y en especial para este reducto social en donde se concentra la
máxima acumulación de saber libre y desinteresado:
su Universidad Pública.
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