Vocalización. Es la técnica de la articulación, convertir los sonidos en palabras. Es la base de toda expresión oral, debemos pronunciar claramente todas las palabras para que se nos entienda el mensaje completo.
Entonación. Aprender a controlar el timbre y el tono de la voz. Es la técnica que da el sentido a nuestras expresiones, es la sal de la oratoria. Debemos aprender a modular la voz en función de lo que decimos y a quien lo decimos.
Uso de registros. Entran en juego la emoción y los sentimientos. Debemos emplearlos no sólo en función de un estado emocional concreto, sino ser capaces también de utilizarlos como recurso que nos permita cambiar de un registro a otro dentro de una misma situación.
Expresión corporal. El empleo de nuestro cuerpo para reforzar nuestras afirmaciones. Es un campo muy amplio que lo abordaremos desde:
Las pausas. Los mejores oradores son los que conocen el auténtico valor de la pausa. Transmiten importancia a frase anteriores y potencian sobre manera lo que digamos a continuación. Demuestra que el silencio nos resulta cómodo y tenemos controlada la situación. Aprenderemos a rentabilizar las interrupciones involuntarias y a saber provocarlas en un momento determinado.
Improvisación. Salir con soltura de situaciones incómodas.
Mirada. Siempre dirigida a los interlocutores. Captar información.