cabecera julio 2012

Entrevistas con...

Pedro Burillo, el primer rector, se jubila
Pedro Burillo

Pedro Burillo, primer Rector de la UPNA, se jubila tras 25 años ligado a la institución como gestor, profesor e investigador.
Catedrático de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, Pedro Burillo López (Zaragoza, 1945), llegó hace ahora 25 años a la Universidad Pública de Navarra llamado por el Gobierno de Navarra con el cometido de poner en marcha la institución, donde desempeñó inicialmente los cargos de Presidente de la Comisión Gestora y primer Rector hasta 1991. Sin abandonar la gestión, a partir de ese momento y hasta 2003 se centró en tareas docentes y de investigación, con excepción de un lapso como Consejero de Educación del Gobierno de Navarra (1995-1996). Posteriormente fue elegido nuevamente Rector con un abrumador triunfo, lo que le mantendría en el cargo una legislatura completa. También desde entonces la UPNA ha seguido siendo el motor de su actividad profesional, hasta día de hoy en que, a sus 67 años, opta por la jubilación. Deja la institución que este año ve cumplido su primer cuarto de siglo de historia, satisfecho por el trabajo bien hecho. "Me gustaría que me recordaran como una persona amante de su profesión, próxima y alegre", afirma con entusiasmo.

La UPNA se creó por Ley Foral en el año 1987. El Gobierno de Navarra le encomienda a usted su puesta en marcha, convirtiéndose así en el presidente del equipo gestor y en su primer Rector. ¿Cómo recuerda aquel momento?
Éramos un pequeño grupo de personas formando ese equipo que yo dirigía, tareas que acometimos con gran esfuerzo, ilusión, responsabilidad y cariño.

¿Satisfecho a día de hoy de aquel importante encargo?
Aunque los primeros tiempos fueron duros y abrumadores por la ingente tarea a desarrollar, visto el resultado después de 25 años, estoy muy satisfecho de haber podido tener aquella responsabilidad, que, debo decir, no se ofrece a todos los académicos, por lo que me considero muy afortunado. Estoy seguro que este sentimiento es compartido por los cientos de personas, especialmente del ámbito académico, que durante todos estos años han contribuido al desarrollo de nuestra institución.

Dos años después se inician las obras en el campus de Arrosadia mientras 500 jóvenes se convierten en los primeros estudiantes de esta nueva institución. ¿Cómo vivió aquellos primeros años?
Fueron unos años de absoluta vorágine, de toma de decisiones continuas y, la mayor parte de las veces, con muy pocos órganos de gobierno universitario o de asesoramiento para contrastarlas, lo que no pocas veces nos llegó hasta a quitar el sueño.

Llegaron después nuevos rectores mientras usted se centra en la docencia y la investigación. Si tuviera que elegir, ¿con qué se quedaría: profesor, investigador o gestor?

Sin ningún género de dudas prefiero mi condición de profesor. La tarea de formar a jóvenes, de seguir su evolución cada curso, de comparar sus conocimientos los primeros días de clase con los que tienen al final del curso es fascinante, además de agradecida, aunque no exenta de algunos sinsabores.
Entre 1995 y 1996 abandona el campus para atender un nuevo compromiso con el Gobierno de Navarra, esta vez como Consejero de Educación, momento en que la UPNA aprueba ya sus primeros Estatutos…
Efectivamente, el entonces Presidente Otano depositó su confianza en mi persona para esta tarea. Fue una experiencia nueva, muy interesante e intensa para la que, sinceramente, creo que no estaba muy preparado: no acabé de acostumbrarme a los ritmos, debates e intereses políticos, pero guardo un magnífico recuerdo de los compañeros de Gobierno que me honraron y me honran con su amistad.
Mientras la UPNA ve florecer su campus, en número de edificios y servicios, titulaciones y alumnado, llegamos a 2003, año en que vuelve a ser relegido rector, por una aplastante mayoría…
En aquel año ya se estaba trabajando en las universidades españolas por la integración en el Espacio Europeo de Educación Superior, que parecía ser inminente, y todo dejaba ver que el llamado Plan Bolonia iba a suponer un nuevo y enriquecedor panorama universitario.

¿Esa idea le animó a repetir?
Quería participar de forma muy activa en el Plan Bolonia. En esos cuatro años de Rector, el arduo y constante trabajo de todas las personas de nuestra universidad hizo muy fácil el mío, por lo que me siento profundamente agradecido a la vez que orgulloso del gran talante personal de toda la comunidad universitaria.

¿Cree que con Bolonia los estudiantes y la forma de enseñar empiezan a ser diferentes?

Creo que la docencia es buena, con Bolonia o sin Bolonia, si son buenos los profesores y los estudiantes llegan con buena formación.

Su segundo mandato coincide también con la inauguración del campus de Tudela y la llegada de nuevas titulaciones. Usted fue el Rector que puso la primera piedra en los dos campus. Le gustan, sin duda, los retos…
Me gustan pero con los años uno aprende a no entrar a todos los trapos. No hice más que cumplir la ley, mi obligación, derivada de una clara voluntad política de crear el nuevo campus. Y trabajamos duro por hacerlo lo mejor posible, tanto desde la Universidad como desde la Consejería de Educación.

25 años después, cuando la mayoría de edad de la UPNA es un hecho constatado, usted se jubila. ¿Añoranza o satisfacción?
La profesión docente siempre se añora pero, en mi caso, la jubilación la he pedido voluntariamente por lo que será una añoranza no impuesta. Y también siento una gran satisfacción por el trabajo que se hemos hecho entre todos, el de conseguir una universidad reconocida, valorada y apreciada por la sociedad navarra.

Siempre manifestó su amor por la docencia y la investigación. ¿Cómo le gustaría que le recordaran sus alumnos y colegas universitarios?

Como una persona amante de su profesión, próxima y alegre.

¿Cómo ve a la UPNA dentro de otros 25 años?
Con más oferta formativa, con estudios más versátiles y flexibles, con una sociedad más integrada en su universidad, referente internacionalmente en algunas investigaciones, motor económico, social y cultural de Navarra, mirada como inversión y no como gasto y, sobre todo, admirada.

Termina su etapa universitaria en un momento de crisis generalizada…
La etapa universitaria nunca acaba. Si la salud me acompaña, la jubilación abrirá siempre nuevas perspectivas académicas: seguir estudiando, seguir escribiendo, asesoramiento a instituciones…. Y desgraciadamente los recortes también nos afectan. Pero la crisis pasará, los gobernantes pasarán, la prima de riesgo pasará, y pasaremos todos nosotros. La Universidad, sin embargo, permanecerá como la más fuerte esperanza de que la sociedad encuentre la libertad en sí misma.

Un momento especial en estos 25 años…
Es difícil elegir cuando han sido tantos… Quizás el inicio de las actividades académicas allá en el año 1990. El recuerdo de recibir a los primeros estudiantes, empezar a conocernos los primeros profesores, haciendo realidad el sueño de tantas voluntades, ha quedado grabado en mí de un modo inmarcesible.

¿Algún otro recuerdo imborrable?
El de las primeras personas que trabajaron en el proyecto: miembros del gobierno, profesores y, sobre todo, las personas de administración y servicios, algunas desgraciadamente desaparecidas. Su afán, su alegría… no se les ponía nada por delante. Eran resolvedoras de problemas, lo que viene a demostrar que lo mejor de las instituciones son sus personas.

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